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Los que acababa de derribar ya volvían a estar en pie y correteaban a su alrededor dando saltitos sobre los peldaños. Algunos de ellos blandían tubos de cerveza o botellas de chianti. Los machos habían exagerado la negrura natural que rodeaba las cuencas de sus ojos maquillándose con kohl. Los perks gruñeron enseñándole sus diminutos incisivos. Su aliento olía a pescado rancio.
-Mucha prisa tú, ¿eh, mujer? -siseó burlonamente el perk aposentado entre sus piernas-. ¡Tú perder desfile!
Tabitha se dio cuenta de que el perk estaba muy borracho e intentó calmarse. No podía perder el tiempo peleándose con ellos. Agarró su bolsa de viaje y trató de incorporarse, pero los perks del escalón de arriba se apresuraron a colgarse de sus hombros.
-¡Dejadme en paz!
-¿Dónde incendio tú, mujer? ¿Dónde fiesta tú, mujer?
El perk se abalanzó sobre sus pechos. Tabitha alzó un brazo y le apartó.
Otro perk bastante mayor -los espolones de sus plumas ya se estaban ablandando y tenían un aspecto ceniciento- se metió por debajo de su brazo.
-¡Tú pisas nosotros! ¡Tú tiras nosotros y haces que nosotros caigan!
-¡Vale, vale, lo siento! ¿De acuerdo? ¡Lo siento! Y ahora, ¿queréis hacer el favor de soltarme y dejarme en paz?
Hizo un nuevo intento de incorporarse. Las flacas y nervudas criaturas hicieron cuanto pudieron para impedírselo, pero Tabitha se puso en pie alzando en vilo a los que no quisieron soltarse.
-¡Cheeee! ¡Cheeee! -gritaron todos los perks.
Dos mujeres acababan de salir de la Cinta de Moebius. Una tenía la piel amarilla y llevaba unas videogafas que le ocultaban medio rostro, y la otra era una negra que vestía un abrigo-tubo y se había adornado la cabellera con una tiara de dientes de basilisco. Las dos mujeres volvieron la cabeza hacia Tabitha, que seguía luchando con los perks e intentaba liberar sus brazos de las garras que se clavaban en la tela metalizada de su chaqueta, mientras se sostenía sobre una pierna agitando desesperadamente la otra para desalojar al perk que colgaba de ella. Las dos mujeres contemplaron en silencio el confuso debatirse de Tabitha y los perks y bajaron por la escalera dando un considerable rodeo. La amarilla murmuró una observación a su acompañante, quien se rió y dio una chupada al cigarrillo que acababa de encender.
Un hombre muy alto que se cubría la cabeza con una gorra de tela salió por la puerta del local y empezó a bajar corriendo la escalera para reunirse con las dos mujeres.