Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Pensó que aquello era importante y que debía decírselo.
-Cuando te vi estaba tan, tan cabreada... -murmuró-. ¿Sabes qué me dijeron?
-¿Qué te dijeron?
-Dijeron que había degradado la armonía entre las espi..., espac...- Volvía a tener serios problemas con la lengua-. La armonía entre las especies -logró decir por fin.
Hablar resultaba mucho más difícil que reír.
Era otro descubrimiento importante, y pensó que debía compartirlo con él.
-Hablar... dijo inclinándose con la grácil elegancia de una acróbata hasta quedar de cuclillas para bajarle los pantalones, unos auténticos pseudopantalones nada menos-. Hablar es mucho más difícil que reír. - Pensó
en cada palabra mientras la pronunciaba-. Pero a veces resulta más fácil-añadió.
Contempló los zapatos de Marco y puso cara de perplejidad.
Marco se reunió con ella en el suelo.
Tabitha sonrió. Se sentía increíblemente feliz. Acarició el rostro luminoso de Marco.
-Pero ahora todo va bien dijo
La música subía y bajaba de tono a lo lejos. -Tod
es jodidamente maravilloso -dijo él
Gruñó las palabras como si fuera un oso y sonrió como un tiburón. Aquel
hombre era un milagro. ¡Oh, sí, sí, Marco Metz era un auténtico milagro!
Marco le quitó la chaqueta y la sucia camisa que llevaba debajo. Le besó los pezones pegando sus labios a la tela de su camiseta y le quitó los zapatos. Tabitha se sentó en el suelo y vio como se alejaba con sus zapatos y los de él. Marco se deslizó sobre la gruesa alfombra como si fuera un bebé y verle moverse de aquella forma era tan gracioso que se echó a reír. Estaba desnudo. Iba a darle un trabajo. Le dolía la mandíbula de tanto sonreír. Marco volvió y la abrazó en silencio durante un rato. Su cuerpo era cálido y flexible, y su carne era como una escultura de cuero dorado que brillaba en el estuche formado por las ondulaciones plateadas de aire. Marco la besó y la ayudó a quitarse los pantalones.
Un salto y una vibración. Tabitha estaba de pie con la camiseta, las bragas y los calcetines por único atuendo. Marco estaba sentado a sus pies con las piernas cruzadas delante del cuerpo. Tabitha sintió una vaga punzada de
preocupación que no parecía tener ningún motivo determinado.
"Tabitha, Tabitha...", pensó riñéndose a sí misma. Y entonces se acordó.

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