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Y bien sabe Dios que me había hablado de ese secreto montones de veces.
-Éste no es mi hogar-decía-. La Luna, la Tierra... No soy de aquí ni de allí. Algún dia volveré a casa. La nave vendrá a buscarme.
Puedo verla claramente sentada en su estante favorito del cuarto de almacenamiento rodeada de botellas de detergente señalando su caja con la mano.
-Ésa no soy yo -decía-. La mujer de la que hablan esos documentos... No soy yo.
Cuando empezaba a hablar de sus documentos resultaba bastante difícil entenderla. A veces se refería a los que probaban que era una ciudadana de la Luna, y a veces se refería a los otros documentos, los que demostraban que no lo era. O eso creía ella, claro...
Tenia varios mapas. Uno de ellos estaba dibujado en un viejo sobre de papel. Nunca supe cómo llegó a sus manos. Quizá lo había dibujado ella misma cuando era joven y lo había olvidado, quizá lo había encontrado en uno de los cubos de la basura. El mapa no era gran cosa, desde luego... Seis puntos y unas cuantas líneas que los unían, nada más. Cinco de los puntos tenían nombres. A veces afirmaba que eran estrellas, a veces decía que eran los nombres de cinco ciudades. De una cosa estoy segura, y es de que esas ciudades no estaban en la Luna ni en ningún otro sitio del que haya oído hablar antes o después de conocerla. En cuanto al sexto punto, cuando llegaba a él siempre hacia lo mismo.
-Esto es aquí-decía Rella señalándolo solemnemente con el dedo, y después señalaba el suelo como si quisiera asegurarse de que la entendía-. El planeta prisión -decía-. Babilonia. Maya.
Pero siempre estaba cambiando de parecer incluso con respecto a eso. A veces el sexto punto era su estrella, la estrella a la que iría en cuanto la nave viniera a buscarla para llevarla a casa.
Un dia me enseñó otro mapa y tampoco sé de dónde lo había sacado ni qué fue de él. Sólo me lo enseñó una vez, y después de eso cada vez que le hablaba del mapa parecía no tener ni idea de a qué me refería. El mapa estaba dibujado encima de una lámina de algo muy rígido e increíblemente delgado, tan delgado que si lo ponías de lado ni tan siquiera podías verlo.