Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Y la Alice también.
Marco pareció captar su estado de ánimo y se quedó un poco rezagado. Salieron por la escotilla delantera y subieron el tramo de peldaños que llevaba a la cabina.
-No te preocupes -dijo-. Todo se arreglará, te lo prometo. Basta con que nos lleves allí. Enviaremos el dinero, eso es lo primero... Prioridad máxima, ¿eh? Conocerás a los chicos, verás el espectáculo, cenaremos juntos, un par de copas, una buena noche de sueño y mañana conseguiremos tu cristal. ¿Conoces a alguien de Plenty que se dedique a vender esos trastos?
-No -dijo Tabitha.
Conocía a muy pocas personas que hicieran negocios en Plenty y no confiaba en ninguna de ellas. Siempre que había tenido que recoger o entregar algo allí se había movido lo más deprisa posible y se había largado a toda velocidad. Plenty era un sitio bastante raro.
Entró en la cubierta de vuelo con Marco pisándole los talones. Bueno, se había salido con la suya... La decisión había sido tomada, y las opiniones y los sentimientos de Tabitha habían sido hechos a un lado como si no tuvieran ninguna importancia. Ella misma se había desautorizado. Tabitha se consoló pensando que no se encontraba en muy buena forma, y lo que le había ocurrido durante las últimas horas bastaba para trastornar a cualquiera.
Dejaron la caja de Tal detrás de los asientos con su bolsa de viaje y todos los trastos que se habían ido acumulando allí. Marco no quería ni oír hablar de dejar la caja en el camarote. Necesitaba tenerla cerca de él todo el tiempo para ir echando vistazos a los indicadores de signos vitales. Tabitha pensó en las normas sobre transporte de animales y decidió olvidarlas. Colocó la red restante sobre la caja que contenía el pájaro y la aseguró.
-Cuántos trastos... ¿No te estorban?
-Estoy acostumbrada.
La red se había enganchado en algo. Tabitha se inclinó, metió un brazo por entre sus pies y tiró del obstáculo hasta extraer un melón bastante arrugado.
-Me estaba preguntando qué habría sido de él -dijo.
Se instaló en su red, tiró del teclado hasta dejarlo pegado a su pecho y activó el ordenador sin poner el sonido. Nunca había soportado que la oyeran hablar con Alice.
ATENCION, dijo la pantalla. Le mostró un diagrama, lo hizo girar 180 grados y amplió una sección.

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