Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Tabitha clavó los ojos en una hilera de luces y apretó tres teclas. Un chirrido estridente surgió de la nada y empezó a enroscarse alrededor del eterno zumbido de la nave. Unas cuantas luces del tablero se apagaron y volvieron a encenderse.
-¿Puedo despegar?
-¿Ha rellenado la petición de salida y la hoja de vuelo?
-Plenty, transporte de un pasajero.
-Capitana Jute, ¿ha presentado esos documentos o no los ha presentado?
-Oiga, sólo voy a Plenty... No voy a Caronte ni a ningún sitio parecido.
-¿Cuál es el plan de ese vuelo, Bravo Golf Kansas cero-cero-nueve- cero-cinco-nueve?
Tabitha apoyó la espalda en su red y empezó a soltar una ristra de coordenadas. Volvió la cabeza hacia la pantalla de anotaciones que había junto a su codo y recitó las coordenadas que iban apareciendo en ella.
Control repitió todo lo que había dicho sin cometer ni un solo error mientras el suelo empezaba a vibrar y se oía un martilleo lento y regular que parecía venir de muy lejos. La temperatura de la cabina estaba subiendo poco a poco. Tabitha pulsó una hilera de teclas con los nudillos de una mano. Todos los indicadores luminosos que había encima de las teclas se encendieron con un resplandor verde salvo uno.
Tabitha pulsó la tecla de la luz que se negaba a ponerse de color verde. Nada. Colocó el dedo sobre ella y apretó con todas sus fuerzas.
La luz pasó del rojo al verde, parpadeó y volvió al rojo.
Tabitha golpeó la tecla con el canto de la mano.
Verde.
La nave se estremecía y el ritmo del martilleo se había acelerado considerablemente.
-Tiene permiso para iniciar el despegue, Bravo Golf Kansas cero-cero- nueve-cero-cinco-nueve.
Una raya de cegadora luz blanca surgió de la nada y se movió sobre el cemento deslizándose a su alrededor hasta dibujar un cuadrado que tenía a la nave como centro.
-No encienda los motores hasta que...
Tabitha pulsó una tecla y de repente se encontraron sentados encima de un trueno.
Todo lo que había fuera de los campos de su red y de la que ocupaba Marco gruñía y temblaba. La estática se adueñó de todas las pantallas. Las hileras de luces del tablero se encendían y se apagaban a toda velocidad.
El trueno fue haciéndose más y más ensordecedor.

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