Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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-Oh. Oh, sí, claro... El fibrilador de paralaje distal. De acuerdo, de acuerdo.
Marco extrajo el fibrilador de la consola y lo inspeccionó.
-Las lecturas tienen que estar entre el siete y el diez dijo Tabitha.
-Once -dijo Marco mientras pulsaba rápidamente el botón haciéndolo entrar y salir del hueco.
-Lo que sea.
-Estos trastos son muy fáciles de arreglar-dijo Marco-. Basta con que anules el sistema de alcance medio.
-Ya lo he probado -dijo ella.
-Bueno, pues entonces tienes que desactivarlo de forma permanente. Es muy sencillo... Cualquiera puede hacerlo.
-Creía que eras tú quien iba a hacerlo.
Marco no se dejó impresionar.
-Cualquiera puede hacerlo.
-¿Vas a arreglarlo?
-Claro.
-Oye, ¿has arreglado algún fibrilador antes?
Marco tardó unos segundos en responder.
-No. No, la verdad es que... Bueno, me temo que nunca he arreglado ninguno.
-Yo sí -dijo Tabitha-, y por eso estoy intentando que sea otra persona quien lo arregle.
Marco abrió la boca para replicar.
-Shh-dijo Tabitha.
Creía haber oído un ruido. Solicitó otra revisión de los circuitos del eje, pero se lo pensó mejor y anuló la orden. "Tengo que controlarme o acabaré convertida en una neurótica", pensó.
Recorrieron cinco mil kilómetros más de nada. La Tierra y sus satélites estaban delante de ellos, un puntito resplandeciente tan pequeño que apenas se podía distinguir entre la multitud de puntitos resplandecientes.
Tabitha se estiró y bostezó.
Marco decidió que el estiramiento y el bostezo eran la señal de que podía ponerse en acción.
-Bueno, parece que por ahora no hay mucho movimiento y... -empezó a
decir.
-Marco... -murmuró Tabitha.
-No, no -se apresuró a decir Marco-. Yo sólo... Oye, ¿tocas la
armónica?
-Sí -dijo ella-. Fatal.
Hacía mucho que no tocaba la armónica. De hecho, ya ni se acordaba de
que la había puesto ahí.
-No te creo -dijo Marco.
Tabitha le miró fijamente.
-¿Qué es lo que no crees? ¿Que sé tocar la armónica o que la toco fatal? -Volvió a desviar la mirada hacia la consola-. Claro que... Bueno, tienes razón -añadió-. A veces incluso yo misma tengo dificultades para creer que sea capaz de tocar la armónica tan condenadamente mal.
-Toca algo.
-No.
-Vamos... ¿Por qué no? No me parece que estés agobiada de trabajo.

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