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Tabitha volvió la cabeza hacia la criatura y se encogió sobre sí misma nada más verla. El Querubín seguía observándola. Tabitha sintió repugnancia, fascinación... No estaba muy segura de cuáles eran sus sentimientos. Estaba algo mareada. Se preguntó si seguiría en la fiesta de Schiaparelli con la cabeza convertida en un laberinto de espejos por los vapores, la cerveza y aquel magnífico cristal de Ofir, y si todo lo ocurrido desde entonces no habría sido más que una compleja y detalladísima alucinación.
-Marco... -se oyó graznar.
El Querubín volvió la cabeza y clavó los ojos en Marco. Tabitha tenía que mirarle. No podía apartar la mirada de aquella criatura increíble.
-Siente una cierta irritación -dijo Mogul mirando a Marco.
-Está enfadada contigo -dijo Saskia mirando a Marco.
Mientras tanto Hannah Soo había empezado a hablar y nadie la escuchaba.
Sus ojos estaban abiertos y clavados en la nada. Sus palabras brotaban de la caja vocal que adornaba su garganta como si fuera una joya enorme y de pésimo gusto. La caja hacía que su voz sonara como un zumbido exhausto.
-... antes de que Sinceridad tuviera un estadio -dijo la difunta Hannah Soo.
Sus labios y sus ojos no se movieron, pero debajo de su piel entre amarillenta y cetrina había un continuo desfile de formas geométricas que cambiaban y se confundían entre sí. Era como si se estuviera cristalizando por dentro.
Parecía pensar que estaba hablando con Xtasca el Querubín.
-Su madre era una gran mujer -dijo Hannah Soo-. La propietaria y
directora del primer circo orbital... -Se rió-. ¡Elefantes en caída libre!
El Querubín habló.
-Hola, Marco -dijo.
Xtasca el Querubín tiene la voz que podría esperarse del simulacro de una niñita si ese simulacro fuera tan perfecto que no se lo pudiera distinguir de la realidad y, en cierto sentido y siempre que se nos permita una cierta amplitud en cuanto a lo que se considera perfección, Xtasca el Querubín es precisamente eso.
-Hola, Xtasca dijo Marco sin prestarle mucha atención.
-Llegas tarde -dijo Xtasca.
-Tuvimos algunos problemas con un robot -dijo Marco.
-Y menudo jaleo armaste dijo Xtasca.
Parecía una niña riñendo a sus muñecas.
Marco ignoró la reprimenda.
-Y el taxi en el que íbamos se averió dijo en un tono más bien seco.