Reconquistar Plenty (Colin Greenland) Libros Clásicos

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Tabitha ya sabía lo que iba a sacar de ella: una cinta negra sin etiquetas ni marcas.
Marco sacó la cinta y la metió en la unidad que había junto a la cabeza de Hannah.
-Oh -dijo la muerta. No parecía haberse enterado del forcejeo-. Es fascinante. Realmente fascinante...
Su nube se había disipado junto con la Pradera en cuanto Marco desconectó la alfombrilla. Los árboles, la hierba, el sol y todo lo demás habían desaparecido. Hannah Soo yacía sobre una lámina de acero inoxidable de la que goteaba agua con el cuerpo metido en un saco de dormir de plástico gris. Su cabeza estaba cubierta de electrodos y tenía escarcha en el pelo.
Estaban en una caverna de reducidas dimensiones llena de generadores de éstasis y proyectores direccionales de microondas anticongelantes. La transformación repentina del ambiente pareció desorientar a Tal. El loro se dejó dominar por el pánico y se lanzó en línea recta hacia una ventana. Tabitha vio como chocaba con la ventana, caía sobre la espaciosa cornisa de plástico blanco que había debajo y empezaba a dar vueltas por ella intentando recobrarse. El impacto había creado un agujero en la capa de condensación que cubría la ventana.
Tabitha volvió la cabeza hacia la ventana. La caverna de Hannah formaba parte de una cadena de burbujas de formas irregulares esparcidas sobre las paredes de una caverna mucho más grande. Debajo de ellas había avenidas repletas de congeladores criónicos que se extendían formando hileras paralelas hasta perderse en la lejanía.
-¡Deben estar diciendo que no tardaremos en recibir ayuda! -exclamó Hannah.
Parecía muy contenta.
Xtasca consiguió hacer volver la Pradera, pero antes pasaron unos segundos en la Sala del Gran Consejo, en el Valle de los Reyes y en la cima del Monte Pelado. El Querubín acabó de sintonizar la Pradera con la punta de su cola sin dejar de murmurar entre dientes.
Hannah Soo volvía a yacer en el interior de su nube con los dibujos cristalinos cambiando y moviéndose lentamente debajo de la piel de su rostro mientras escuchaba la cinta. El sol seguía a la misma altura. Los mismos pájaros cantaban en el mismo bosque de antes.
-De acuerdo -dijo Marco.
Parecía haber tomado una decisión. Sacó la cinta de la nube y la limpió con el extremo de una manga.
-¿Marco? -preguntó Hannah Soo-.

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