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Meco ritorna a vivere
la piaggia, il bosco, il monte;
parla il mio core il fonte,
meco favella il mar...
Olvidado yo de lo que sabía que venía después, medio creí un momento en el milagro. Mi alegría, mi fe, mi amor, se comunicaban al poeta muerto... me seguía, él amaba también y comprendía la belleza y bondad del mundo. ¡Momento solemne aquel! ¿Por qué he olvidado yo tantas escenas culminantes de mi vida: mi primera declaración de amor, mi primera comunión y otras cosas por el estilo, que tanto debían importarme, y tengo grabadas en el cerebro, como presentes, estas nimiedades de que hoy hablo, y otras así? ¡Ay! Porque ya más que un hombre soy una entelequia de la facultad de filosofía y letras.
El poeta decía en seguida, ¡claro!
Dalle mie vaghe immagini
so ben ch´ella discorda;
so che natura e sorda,
che miserar non sa.
Como si en el cielo azul y sonriente, allá hacia la parte del Este, donde se aglomeraban las nubes, como recogidas, hubiera una cortina negra envuelta en sus pliegues, y de repente esta sombra, esta oscuridad, se corriera con chirridos de metal por todo el firmamento; así quedé, frío, a oscuras, lejos de la luz de mi alegría, del sólido fundamento de mi fe racional que hacía un minuto me animaba a convertir el libro a mis ilusiones.
Aviso a la juventud incauta. (Este aviso es de una pedagogía absolutamente correcta, no encierra ningún elemento malsano de sentimentalismo, y puede verse, en otra forma, en varios autores).
Aviso a la juventud incauta. No se debe luchar, a cierta edad, con los grandes hombres que hablan en los libros. Siempre vencen ellos.
El joven que piensa haber sacudido las riendas de la autoridad, el magister dixit, se rinde sin saberlo al primer maestro que él a ciegas, por capricho, escoge por tirano. La fuerza de la autoridad, que es mucho más poderosa de lo que muchos creen ahora, se venga de los que irracionalmente se burlan de ella, imponiéndose a esos mismos en la más divertida y caprichosa variedad de formas.