Página 15 de 50
¡Ay, no! Ni mucho menos. Así como la Iglesia se encargaba y se encarga de pensar por cuenta de sus fieles y afirmar por ellos, así el escepticismo y el materialismo, etc., etc., de unos pocos, lleva la cura de almas de una infinidad de pobres diablos que si se condenan no será por culpas de su intelecto. ¡Bajar a beber al fondo de las ideas, que es un abismo, cuando es tan fácil pedir en el camino un poco de agua a los que suben con el ánfora llena! Lo malo es que como los del ánfora saben que los otros no bajan... pueden ellos no bajar tampoco y fingir que sacan de lo hondo el agua que puede ser de los arroyos de la superficie.
En fin, cualquier joven reflexivo habrá observado que muchas veces se ha dejado deshacer sus ilusiones racionales por una afirmación, o negación, rotunda de un pensador famoso; y esto sin más que la fuerza de voluntad acumulada, como electricidad, en la negación o en la afirmación misma.
Yo, jóvenes pensativos, os aconsejo, como ligero alivio a ese tormento de que tan poco se habla y que es tan doloroso y tan frecuente, que consiste en la tortura causada por los grandes pensadores y los poetas tristes y desengañados, que son los que nos quitan las ilusiones que podrían reverdecer hasta bajo las canas y al borde de la sepultura; yo os aconsejo que os apliquéis a examinar con rigorosa lógica las doctrinas que destruyen vuestros ideales en los libros de los grandes maestros. Es cuestión de química intelectual: separad los elementos racionales, propiamente racionales, de la mezcla sentimental y prasológica; no admitáis esa especie de opio que la voluntad mete en las ideas para darles eficacia comunicativa. ¡Mirad, oh jóvenes de corazón robusto y generoso, que muchas veces, cuando creéis estar meditando... estáis amando!...-
Así hacía yo aquella tarde de mi cuento. Para mi corazón el desgraciado solitario de Recanati era una autoridad muy fuerte.
Leopardi no hacía más que quejarse... y a mis ojos estaba argumentando. Lloraba, y me convencía.