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, pero siempre he sido constante en mi racional temor a los perros villanos, la lucha con los cuales, sobre ser casi siempre desventajosa, no puede acarrear gloria de ningún género, y sí un mordisco y hasta la rabia en perspectiva. Mi madre, que empezaba a picarse un poco, gritó:
-¡Quieto, chito, quieto! ¿No hay aquí más portero que tú?
-¡Volante! ¡Torna, Volante! ¡Silencio, majadero! -exclamó a nuestra espalda la voz de una joven que al otro lado de la calleja abría la portilla del prado próximo, de donde ella salía.
-Perdonen Vds...
-¡Emilia! ¿Vd. es Emilia? -dijo mi madre, conmovida, algo temerosa de que no se recibiese la sincera expresión de su enternecimiento como era debido.
-¿D.ª... Paz? ¿Vd... es D.ª Paz... la señora de Arroyo?
Y las dos mujeres se abrazaron y se besaron, y al separarse los rostros, estaban húmedos de lágrimas.
Cada cual lloraba sus muertos, y las dos la tristeza del tiempo perdido, del pasado, que es otro muerto de las entrañas. Emilia se volvió hacia mí, y, alargándome una mano, dijo:
-Este es Narciso.
Había llegado el momento. De la manera más desgarbada me dejé apretar los dedos por aquella mano blanca, pulida, fuerte en su delicadeza, que oprimía francamente, con una cordialidad que me dejó sorprendido.
Unos ojos verdes, con pintas de oro, se clavaron en los míos, valientes y escudriñadores, amables y provocativos, contentos de turbarme y llenos de proyectos.
Emilia Pombal tenía veinticuatro años. Era alta, muy blanca, de frente estrecha y brillante, con cejas abundantes y bien dibujadas, los ojos verdes y poderosos, llenos de pudores interiores; la nariz, fina, aguileña, pero corta; los labios, húmedos y delgados; la barba, carnosa, con un hoyuelo, provocaba a besarla más que los labios, y, con todo, iba un poco en busca de la nariz, que salía al encuentro; pero estas tendencias no eran acentuadas. Después de mirar un rato aquel rostro, parecióme su expresión ni más ni menos que el parecido lejano que toda aquella hermosura de la faz tenía con el aspecto de cualquier ave de rapiña que fuera muy bella, muy bella.