Cuesta abajo (Leopoldo Alas Clarín) Libros Clásicos

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.. y me admiraban... por mis triunfos!
¡Pobres triunfos! No he hablado al lector (¡pobre lector!) de tales grandezas por lo poco que estas fruslerías importaban a la parte seria y digna de mi historia. Como una especie de escoria del trabajo interior de mi espíritu, salían a la superficie, sonsacados por las vanidades es­colares, ciertos productos de una precocidad que el mundo no miraba como síntoma de lo que yo podía ser por dentro algún día, sino como habilidad y gracia y maravilla a cuyo valor real, inmediato, presente, se atendía tan sólo. Sí: en este concepto yo había sido apreciado desde mis primeros años como un niño precoz; y bien sabe Dios que, a no ser por ráfagas pasajeras de vanidad, excitada por los extraños, yo no me ad­miraba a mí propio; y todas aquellas precocidades me repugnaban ca-si, me daban vergüenza, prefiriendo yo el valor que atribuía a mis adentros a todas aquellas expansiones que a lo sumo eran disculpables. Débil mi voluntad, por entonces, para esa pasividad en que ha de con­sistir la defensa del hombre que no ha nacido para los afanes ordina­rios del mundo y que no quiere perder la originalidad y fuerza de su idea en una acción insuficiente, floja, inadecuada, me dejaba llevar por la rutina de maestros, condiscípulos, amigos y parientes, para los cua­les un chico listo ha de dar a conocer que lo es mediante obras exterio­res que sean imitación de las que las personas mayores llevan a cabo.
Dócil a sugestiones de este género, que no me llegaban al alma, yo figuraba en academias de estudiantes y allí me lucía: escribía a ve­ces versos para el público, y se insertaban en revistas y periódicos loca­les o se leían en veladas poéticas. Si al principio, de los diez a los cator­ce o quince años, durante lo que yo llamo la edad épica de mi vida, tomé con algún calor estas nimiedades, de los quince en adelante, cuando empieza la edad lírica, procuré huir, en cuanto pude, de ex­hibiciones de ese género, y cuando no había modo de eludirlas sus re­sultados me dejaban bastante frío, como si aquellas habilidades fuesen de otro yo muy inferior a mí mismo; como si fuesen res inter alios acta.

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