La cena de Baltasar (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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el hebreo sentido
le traduce tesoro que escondido
estará; la feliz Idolatría,
emperatriz de la mansión del día
y reina del oriente,
donde joven el sol resplandeciente
más admirado estuvo,
de quien la admiración principio tuvo,
hoy a tu imperio viene
por el derecho a que a tus aras tiene,
pues desde que en abismos sepultado
del gran diluvio el mundo salió a nado,
fue este imperio el primero
que introdujo, político y severo,
dando y quitando leyes
la humana idolatría de los reyes,
y la divina luego
de los dioses en lámparas de fuego.
Nembroth hable adorado,
y Moloc en hogueras colocado,
pues los dos merecieron este extremo:
Nembroth por ley, Moloc por Dios supremo,
de donde se siguieron
tantos ídolos cuantos hoy se unieron
a estas bodas propicios,
pues las ven en confusos sacrificios
treinta mil dioses bárbaros que adoro
en barro, en piedra, en bronce, en plata, en oro.
PENSAMIENTO Aquesta sí que es vida;
haya treinta mil dioses a quien pida
un hombre, en fin, lo que se le ofreciere,
por que éste otorgue lo que aquél no diere;
y no tú, que importuno
tienes harto con uno,
que de oírlo me espanto:
¿cómo un Dios sólo puede estar en tanto
como tiene que hacer?
DANIEL Como lo sea,
en más su mano universal se emplea.
BALTASAR Habla a la hermosa Vanidad, que ha sido
mi esposa, y pues las dos habéis nacido
de un concepto, a las dos unir procura
mi ambición: ¡Qué belleza! ¡Qué hermosura!
(Mirando a las dos, y él en medio.)
Dame, soberbia Vanidad, los brazos.
VANIDAD Eternos han de ser tan dulces lazos.
IDOLATRÍA Envidia la beldad tuya me diera
si lo divino que envidiar tuviera.
VANIDAD Celos tu luz me diera, por los cielos;
pero la vanidad no tiene celos

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