La cena de Baltasar (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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y con ricos despojos
hartan la hidropesía de los ojos.
Perfumes lisonjeros
son aromas de flores, en braseros
de verdes esmeraldas
que Arabia la feliz cría en sus faldas;
para ti solo plato
que el hambre satisface del olfato,
la música acordada,
ni bien cerca de ti ni retirada,
en numeroso acento suspendido,
brindan la sed con que nació el oído.
Los cándidos manteles,
bordados de azucenas y claveles,
a dibujos tan bellos
que hace nuevo valor la nieve en ellos,
son al tacto süave
curiosidad que lisonjearle sabe.
Néctares y ambrosías,
frías bebidas (basta decir frías)
destiladas de rosas y azahares,
te servirán a tiempo entre manjares,
por que con salva y aparato justo
alternen en las copas hoy al gusto,
y por que aquésta sea
en las que más tus triunfos hoy se vea;
los vasos que al gran rey de Israel sagrados
trajo Nabucodonosor robados
de aquella gran Jerusalén, el día
que al Oriente extendió su monarquía,
manda, señor, traellos;
hoy a los dioses brindarás con ellos,
profanando el tesoro
a su templo los ídolos que adoro,
postres sean mis brazos,
fingiendo redes e inventando lazos,
cifrando tus grandezas,
tus pompas, tus trofeos, tus riquezas,
este maná de amor donde hacen plato
olfato, ojos y oídos, gusto y tacto.
BALTASAR En viéndote me olvido
de cuantos pensamientos he tenido,
y despierto a tu luz hermosa, creo
más que lo que imagino lo que veo.
Sólo tu luz podía
divertir la fatal melancolía
que mi pecho ocupaba.
PENSAMIENTO Eso sí, vive el cielo, que esperaba,
según estás de necio,
que de tal cena habías de hacer desprecio.
Haya fiesta, haya holgura;
deja el llanto esta noche; mi locura
a borrachez se pasa;
pero todo se cae dentro de casa.
BALTASAR Los vasos que sirvieron en el templo,
eterna maravilla sin ejemplo

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