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que sobre golfos de átomos navega.
FLORISEO: Un castillo eminente
es la proa del cubo de la frente;
ondas de vidrio corre;
árbol mayor es una excelsa torre,
jarcias son las almenas,
de banderolas y estandartes llenas,
popa una cristalina galería,
hermoso espejo en que se toca el día.
El farol es un sol que en arreboles
duplica rayos, multiplica soles;
y, en fin, todo portento,
es pájaro del mar y pez del viento.
Mas, por dejar la admiración pasmada,
sin plumas vuela, sin escamas nada,
con presunción tan grave
que, atendido mejor, ni es pez ni es ave.
ROSICLER: ¡Oh tú, ciudad movible,
si eres tu dueño tú o inaccesible
el timón te gobierna o el piloto
que halló camino en rumbo tan remoto,
abate, abate el vuelo,
y déte abrigo este gitano suelo,
si ya el mar no te espera,
que tú tendrás el mar por tu ribera!
Pues quien sulca en el viento,
¿quién duda que en el mar tendrá su asiento?
Baja el castillo
FLORISEO: A tus voces parece
que el castillo se humilla o se agradece,
pues, posado en la roca
que a la cueva del Fauno abrió la boca,
le deja sepultado,
seguro el monte ya, y a ti vengado.
Asiéntase en tierra el castillo y abren la
puerta
ROSICLER: Un pasmo a otro sucede, pues, abiertas
del castillo veloz las altas puertas,
un escuadrón de ninfas se me ofrece.
FLORISEO: La isla del Fauno isla del sol parece.
Salen todas las damas que puedan, SIRENE, ARMINDA y
LINDABRIDIS, vestidas ricamente, y traerá ARMINDA una
rodela, y en ella un cartel
LINDABRIDIS: Si una mujer peregrina
hallar piedad es posible,
por peregrina y mujer,
en vuestros pechos, decidme,
¿qué tierra es ésta que toco?
¿Qué montes los que se miden