El castillo de lindabridis (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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una mujer que os adore
y un honor que os eternice.

Vase LINDABRIDIS
ROSICLER: Espera, mujer.
SIRENE: Detente;
estos umbrales no pises,
aunque la ocasión te llame,
aunque tu valor te anime,
si la acción perder no quieres
de las empresas que sigues.

Vase SIRENE


FLORISEO: Escucha...
ARMINDA: Si estos aplausos
deseas, firma invencible
ese cartel y no intentes
violar su muro, aunque mires
arderse el castillo en fuego.
Esto importa.

Vase, dejando fijo el cartel


FLORISEO: Que le firme
no dudes. Este puñal
mi nombre en bronce describe.
ROSICLER: No harás; porque estas empresas
son mías.
FLORISEO: Contigo vine
a vencer un monstruo, a quien
ya todo ese monte oprime,
no a dejar tan alto empleo.
ROSICLER: Pues ¿tú conmigo compites?
FLORISEO: Desistir un hombre noble
a tal causa es imposible.
No compito a quien excedo.
ROSICLER: Como la lengua lo dice,
¿no lo dijera el acero?
FLORISEO: Sí hiciera.
ROSICLER: Pues calla y riñe.

Sacan las espadas y riñen. Dentro
CLARIDIANA

CLARIDIANA: Ten el caballo, que al pie
de aquel castillo arrogante,
que en competencia de Atlante
coluna del cielo fue,
los repetidos aceros
de dos jóvenes valientes
me llaman.

Dentro MALANDRÍN


MALANDRÍN: Señor, no intentes
meter paces.

Sale CLARIDIANA, en traje de hombre


CLARIDIANA: Caballeros,
si del duelo comenzado
tiene acaso en mi valor
apelación el favor,
lógrese el haber llegado
en una ocasión tan fuerte
quien vuestros riesgos impida.
FLORISEO: No podréis; porque una vida
vive a costa de otra muerte.
ROSICLER: Viviendo yo, no pudiera
vivir quien me compitió;
y, para que viva yo,
es forzoso que otro muera.
Y así, joven, cuyo brío
mostráis bien, pues no podéis
ser nuestro adalid, seréis
juez de nuestro desafío.
Vednos, pues, y, ya que advierto

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