El castillo de lindabridis (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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De ganar escudo tengo
a mi honor hecha promesa
al primer aventurero.
CLARIDIANA: Mucho ofreces, mucho intentas,
porque la tengo hecha yo
de defenderle.
FEBO: Pues sea
ésta una lid a dos luces;
que, si no mienten las señas,
eres el que ya otra vez
solicitaste esta empresa.
CLARIDIANA: Bien dices, ingrato Febo.
Pero ¿cómo se te acuerda
esa ofensa, y se te olvida
el beneficio y la deuda
de haberte dado un caballo
en que a estas campañas vengas?
Pero dirás que es defecto
de nuestra naturaleza
dar el beneficio al agua
y dar al bronce la queja.
FEBO: No presumo yo ni creo
que hay piedad que te agradezca
en darme el caballo a mí,
pues no hubiste--es cosa cierta--
menester para volar
entonces su ligereza;
luego, sin que ya de ingrato
puedas argüirme, es fuerza
ganar tu escudo.
CLARIDIANA: También
lo es en mí que le defienda;
pero no ha de ser a vista
del castillo, si te acuerdas
que es ley que pierda la acción
el que a desnudar se atreva
su acero aquí.
FEBO: Ley también
es suya que la acción pierda
quien entrare en el castillo,
y tú, sin temerla, entras;
luego tú sólo eres quien
rompes la ley y la quiebras;
rómpela en tu daño y no
jurista del amor seas
que en su daño y su provecho
una ley misma interpreta.
CLARIDIANA: Pues si estás desengañado...
(¡Qué buena ocasión es ésta!) Aparte
...de que favores que entonces
te dije son ciertos, deja
la pretensión de esta dama;
pues es ruindad y bajeza
reñir por dama que a otro
quiere, estima, adora y precia.
FEBO: Hoy no riñe aquí el amor,
riñe el honor, porque entiendas
que el que en la ocasión se halla,
aunque a la dama no quiera,
debe por ella reñir,

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