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montes de sal, pirámides de yelo, 90
torres de nieve, alcázares de espuma.
Sale Polonia.
Polonia. ¡Gran desdicha!
Rey. Polonia,
¿qué es eso?
Polonia. Esa inconstante Babilonia,
que al cielo se levanta
-tanta es su furia y su violencia tanta- 95
con un furor sediento
-¿quién ha visto con sed tanto elemento?-
en sus entrañas bárbaras esconde
diversas gentes, donde
a consagrar se atreve 100
sepulcros de coral, tumbas de nieve
en bóvedas de plata;
porque el dios de los vientos los desata
de la prisión que asisten;
y ellos, sin ley y sin aviso, embisten 105
a ese bajel, cuyo clarín sonaba,
cisne que sus exequias se cantaba.
Yo, desde aquella cumbre,
que al sol se atreve a profanar la lumbre,
contenta le advertía, 110
por ver que era Filipo el que venía;
Filipo, que en los vientos, lisonjeras
tus armas, tremolaban sus banderas;
cuando su estrago admiro
y, cada voz envuelta en un suspiro, 115
desvanecí primero sus despojos,
efeto de mis labios y mis ojos,
porque dieron veloces
más agua y viento en lágrimas y voces.
Rey. Pues, dioses inmortales, 120
¿cómo probáis con amenazas tales
tanto mi sufrimiento?
¿Queréis que suba a derribar violento
ese alcázar azul, siendo segundo
Nembrot, en cuyos hombros 125
pueda escaparse el mundo,
sin que me caüse asombros
el ver rasgar los senos
con rayos, con relámpagos y truenos?
Dentro Patricio.
Patricio. ¡Ay de mí!
Leogario. Triste voz.
Rey. ¿Qué es eso?
Capitán. A nado 130
un hombre se ha escapado
de la crüel tormenta.
Lesbia. Y con sus brazos dar la vida intenta
a otro infelice, cuando
estaba con la muerte agonizando. 135
Polonia. Mísero peregrino,
a quien el hado trujo, y el destino,
a tan remota parte,
norte vocal, mi voz podrá guiarte
si me escuchas, pues por animarte hablo: 140
llegad.
Salen mojados Patricio y Ludovico, abrazados los dos,