El purgatorio del San Patricio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Las mujeres, persuadidas 580
a que son de amor efetos
las locuras, fácilmente
perdonan, y así, siguiendo
al llanto el agrado, halló
a sus desdichas consuelo; 585
aunque ellas eran tan grandes,
que miraba en un sujeto
escalamiento, violencia,
incesto, estupro, adulterio
al mismo Dios como esposo, 590
y, al fin, al fin, sacrilegio.
Desde allí, en efeto, en dos
caballos, hijos del viento,
a la huerta de Valencia
fuimos, adonde, fingiendo 595
que era mi mujer, vivimos
con poca paz mucho tiempo;
porque yo, hallándome-ya
gastado el poco dinero
que tenía-sin amigos, 600
ni esperanza de remedio
de aquestas necesidades,
para la hermosura apelo
de mi fingida mujer.
(Si hubiera de cuanto he hecho 605
tener vergüenza de algo,
sólo la tuviera desto,
porque es la última bajeza
a que llega el más vil pecho,
poner en venta el honor, 610
y poner el gusto en precio.)
Apenas, desvergonzado,
a ella le doy parte desto,
cuando cuerda me asegura,
sin estrañar el intento. 615
Pero, apenas a su rostro,
señor, las espaldas vuelvo,
cuando, huyendo de mí, toma
sagrado en un monasterio.
Allí, por orden de un santo 620
religioso, tuvo puerto
de la tormenta del mundo,
y allí murió, dando ejemplo
su culpa y su penitencia:
¡téngala Dios en el cielo! 625
Yo, viendo que a mis delitos
ya les viene el mundo estrecho,
y que me faltaba tierra
que me sufriese, resuelvo
el dar la vuelta a mi patria, 630
porque en ella, por lo menos,
estaría más seguro,
como mi amparo y mi centro,
de mis enemigos. Tomo
el camino y, en fin, llego 635
a Irlanda, que como madre
me recibió; pero luego
fue madrastra para mí,
pues al abrigo de un puerto
llegué, buscando viaje, 640
donde estaban encubiertos
en una cala cosarios,
y Filipo, que era dellos
general, me cautivó,
después, señor, de haber hecho 645

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