El purgatorio del San Patricio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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pues la voz muda, el aliento
triste, el pecho pavoroso 2390
visten de yelo el sentido,
calzan a los pies de plomo.
Sobre mí he visto pendiente
la máquina de dos polos,
siendo de tanta fatiga 2395
breves Atlantes mis hombros.
Parece que se levanta
de cada flor un escollo,
de cada rosa un gigante,
porque, sus cóncavos rotos, 2400
quiere arrojar de su vientre
los muertos que guarda en polvo.
Yo vi a Ludovico Enio
entre ellos. ¡Cielos piadosos,
escondedme de mí mismo, 2405
y en el centro más remoto
me sepultad, no me vea
a mí pues no me conozco!
Pero sí conozco, sí,
pues sé que fui yo aquel monstruo 2410
tan rebelde que a Dios mismo
se atrevió soberbio y loco;
aquél que tantos delitos
cometió, que fuera poco
castigo que Dios mostrara 2415
en él sus rigores todos,
y que, mientras fuera Dios,
padeciera rigurosos
tormentos en los infiernos.
Mas, después desto, conozco 2420
que son hechos contra un Dios
tan divino y tan piadoso,
que puedo alcanzar perdón
cuando arrepentido lloro.
Yo lo estoy, Señor, y en prueba 2425
de que hoy empiezo a ser otro
y que nazco nuevamente,
en vuestras manos me pongo.
No me juzguéis, justiciero;
pues son atributos propios 2430
la justicia y la piedad,
juzgad misericordioso.
Mirad vos qué penitencia
puedo hacer, que yo la otorgo,
que será satisfación 2435
de mi vida.


Dentro música.


Dentro. El purgatorio.
Ludovico. ¡Válgame el cielo! ¿Qué escucho?
Acentos son sonorosos,
iluminación parece
del cielo, que misterioso 2440
da auxilios al pecador.
Y pues en él reconozco
lo que Dios inspira, quiero
entrar en el purgatorio
de Patricio, y cumpliré, 2445
sujeto, humilde y devoto,
la palabra que le di,
viendo-si tal dicha toco-
a Patricio. Si este intento
es terrible, es riguroso, 2450
porque no hay humanas fuerzas
que resistan los asombros,

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