Página 10 de 135
por los hombros un manteo,
en chapines ir, andando
con los pies de águila, cuando
es necesario el deseo,
llegarás a conocer
que tú mirándola estás
como una mujer no más,
y yo como mi mojer.
SIRENE: Todo aqueso no es disculpa;
y bien que llegamos ya
a casa, y que sabré allá
absolveros de esa culpa
con la tranca de la puerta.
Sale FLORO
FLORO: Una, dos, tres, aquí es.
CHATO: ¿Qué es aquí una, dos, y tres?
FLORO: La casa en que se concierta
mi alojamiento.
CHATO: ¿Pues qué?
FLORO: ¿Sois vos a quien llaman Chato?
CHATO: Yo, no.
SIRENE: Sí es tal.
FLORO: Mentecato.
¿porqué lo negáis?
CHATO: Porque
me da a mí tanto pesar
soldado huésped tener,
como a mi mojer pracer;
y así quisiera negar
quién soy y la casa mía.
FLORO: Leed esta boleta.
CHATO: No
leo bien veletas yo,
mi mojer sí.
SIRENE: ¡Qué porfía!
¿Aquí hay más, señor, que vos?
¿Por huésped nos heis caído?
Pues seáis muy bien venido,
donde os sirvamos los dos.
FLORO; Cese ya vuestra porfía,
que dar yo pesar no intento
jamás con mi alojamiento.
CHATO: Pues ésta es mi alojería.
SIRENE: Sos villano malicioso.
Entrad presto a prevenir
vos adonde ha de asistir.
CHATO: Ya vo.
Vase CHATO
FLORO: Mil veces dichoso
he sido en haber venido
a conocer la piedad
vuestra y la gran voluntad
con que me habéis recibido.
SIRENE: En viendo un soldado yo,
se me quitan los enojos;
tras él se me van los ojos.
FLORO: Ya con aqueso me dio
vuestra hermosura licencia
para un abrazo que os pido.
SIRENE: A ningún recién venido