La hija del aire (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

Página 10 de 135

por los hombros un manteo,
en chapines ir, andando
con los pies de águila, cuando
es necesario el deseo,
llegarás a conocer
que tú mirándola estás
como una mujer no más,
y yo como mi mojer.
SIRENE: Todo aqueso no es disculpa;
y bien que llegamos ya
a casa, y que sabré allá
absolveros de esa culpa
con la tranca de la puerta.

Sale FLORO


FLORO: Una, dos, tres, aquí es.
CHATO: ¿Qué es aquí una, dos, y tres?
FLORO: La casa en que se concierta
mi alojamiento.
CHATO: ¿Pues qué?
FLORO: ¿Sois vos a quien llaman Chato?
CHATO: Yo, no.
SIRENE: Sí es tal.
FLORO: Mentecato.
¿porqué lo negáis?
CHATO: Porque
me da a mí tanto pesar
soldado huésped tener,
como a mi mojer pracer;
y así quisiera negar
quién soy y la casa mía.
FLORO: Leed esta boleta.
CHATO: No
leo bien veletas yo,
mi mojer sí.
SIRENE: ¡Qué porfía!
¿Aquí hay más, señor, que vos?
¿Por huésped nos heis caído?
Pues seáis muy bien venido,
donde os sirvamos los dos.
FLORO; Cese ya vuestra porfía,
que dar yo pesar no intento
jamás con mi alojamiento.
CHATO: Pues ésta es mi alojería.
SIRENE: Sos villano malicioso.
Entrad presto a prevenir
vos adonde ha de asistir.
CHATO: Ya vo.

Vase CHATO


FLORO: Mil veces dichoso
he sido en haber venido
a conocer la piedad
vuestra y la gran voluntad
con que me habéis recibido.
SIRENE: En viendo un soldado yo,
se me quitan los enojos;
tras él se me van los ojos.
FLORO: Ya con aqueso me dio
vuestra hermosura licencia
para un abrazo que os pido.
SIRENE: A ningún recién venido

Página 10 de 135
 

Paginas:
Grupo de Paginas:         

Compartir:




Diccionario: