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y por agora me estáis
dando con la entretenida,
no hay para qué; entrad los dos,
y en amor, compaña, acá
habraremos.
ARSIDAS: Idos ya,
que no os quiero más; adiós.
Vase CHATO
LIBIO: Di, ¿qué pretendes hacer?
Que buscar al que venció
tu reino, y te despojó,
da que dudar y temer.
ARSIDAS: Lidoro, rey de Lidia desdichado
soy; pues sin ver jamás victoria alguna,
siempre, Libio, ojeriza fui del hado,
siempre cólera fui de la Fortuna.
Nino de Siria, el más afortunado
rey que vio el sol debajo de la luna,
de mi Estado y mi patria me destierra,
que éstos son los estragos de la guerra.
Con el último encuentro expiró el día,
y en un bruto, veloz Belerofonte,
me salí huyendo de la hueste mía
a las piedades rústicas del monte;
ni más destino ni elección tenía,
que las líneas tocar de otro horizonte,
y así dejé el caballo a su albedrío,
si el suyo era mejor que lo era el mío.
Después de haber gran rato caminado,
cuando lejos del campo estar juzgaba,
viendo el bruto del pecho fatigado...
mas ¿qué mucho si a todo me llevaba?
De una áspera montaña en lo intrincado
me apeo, y en un tronco que allí estaba
le arriendo, pues al ver su furia inmensa,
no es poco don el ocio en recompensa.
Arrójome en el suelo, y suspirando,
que es el mejor idioma de la queja,
cerca de mí, la estancia examinando,
oigo una voz que mísera se queja
por entre la espesura caminando.
Voy, por si acaso descubrirse deja,
y un bulto veo agonizando en una
maleza, a los cambiantes de la luna.
Acércome con ánimo piadoso,
casi ya en mis desdichas consolado;