Las cadenas del demonio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

Página 4 de 49

que en esta torre, fundada
en los ásperos desiertos
de Armenia, viva, si acaso
vive quien vive muriendo.
Aquí con solas mujeres
me ha criado, de quien tengo,
por su relación, remotas
noticias del universo.
No sé hasta ahora cómo son
sus repúblicas, sus pueblos,
sus políticas, sus leyes,
sus tratos y sus comercios.
El primer hombre que he visto,
si no me miente el objeto
tuyo aparente, eres tú;
tan cerca --¡ay de mí!-- y tan lejos
vivo de lo racional.
Y aun ya pasara por esto,
si hoy no me hubiera una dama
dicho que mi padre --¡ay cielos!--
a dos hijos de Astiages,
su hermano, trajo a su reino;
cuya desesperación
me hizo --¡de cólera tiemblo!--
salir de mí --¡de ira rabio!--
hasta --¡ahógame mi aliento!--
decir que en muerte y en vida
el alma le daré en precio
a cualquiera que me dé
la libertad que apetezco.
Y así, si tú, enternecido
de mi llanto y de mis ruegos,
de mi pena y de mi agravio,
de mi voz y mi tormento,
me la das, otra vez y otras
mil veces a decir vuelvo
que soy tuya, y lo seré
en vida y en muerte, haciendo
libre donación en vida
y muerte de alma y de cuerpo,
para ver si así me libro
de esta prisión que padezco,
de esta esclavitud que lloro,
de esta sujeción que tengo,
de esta envidia que publico
y de esta rabia que siento.
DEMONIO: La lástima, hermosa Irene,
de tus extraños sucesos
me ha obligado a tomar hoy
esta forma, concurriendo,
como dije, a tus conjuros;
y aunque puedan mis portentos
no sólo de aquí sacarte,
pero todo este soberbio
edificio trasladar,
arrancado de su asiento,
a los más remotos climas
de todo el orbe, no quiero
que hoy en tu favor me ayuden

Página 4 de 49
 

Paginas:


Compartir:




Diccionario: