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¡Ay de mí, rabiando vivo!
¡Ay de mí, rabiando muero!
Vase CEUSIS, guiándole el
CRIADO
IRENE: Confusa estoy y turbada.
A hablar --¡ay de mí!-- no acierto.
DEMONIO: Para quitarte ese horror,
ve a Licanoro. Arguyendo
con un sacerdote mío
está; escucha el argumento.
Salen LICANORO y el SACERDOTE
LICANORO: Dime, puesto que tú eres
tan sabio, docto y maestro,
¿qué libro es éste que acaso
hallé entre otros que tengo,
que, por más que en él estudio,
ni sus principios entiendo,
ni sus misterios alcanzo
ni su doctrina comprendo?
SACERDOTE: ¿Cómo es el título?
LICANORO: El Génesis
se dice, voz que en hebreo
creación quiere decir.
SACERDOTE: Pues ¿cómo empieza?
LICANORO: Oye atento;
"En el principio crïó
Dios a la tierra y al cielo."
SACERDOTE: No prosigas, si no dice
qué dios.
LICANORO: Mi duda está en eso.
De un Dios habla solamente,
poderoso, sabio, inmenso,
criador del cielo y la tierra.
SACERDOTE: Pues no le leas, supuesto
que niega los demás dioses.
LICANORO: Antes le estimo por eso;
que no es posible que aquesta
fábrica del universo
sea obra de dos manos;
y más si el lugar advierto
del filósofo que dice
lo que es ser Dios, infiriendo
que es sólo un poder y un solo
querer. Prosigue diciendo,
"La tierra estaba vacía,
nada eran los elementos,
y el espíritu de Dios
iba, estándose en sí mesmo,
llevado sobre las ondas."
SACERDOTE: Ni lo alcanzo ni lo entiendo.
LICANORO: Yo tampoco. De Dios dice
que iba el espíritu inmenso
llevado sobre las ondas,
sin decir qué dios.
SACERDOTE: De ahí veo
cuán como rústico escribe
el autor que le ha compuesto,
pues nada prueba.
LICANORO: Antes mucho.
Oye, a ver si te convenzo.
DEMONIO: (Sí harás; que ya tu discurso Aparte