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REY: De tus encantos y hechizos
no menor efecto es
el haberte aquí venido
que el haberte allá ausentado;
y aunque es la verdad que quiso
mi deseo verte, ya
tomara no haberte visto.
¿Qué me quieres? ¿Qué me quieres?
BARTOLOMÉ: Hacer al cielo testigo,
al sol, la luna y estrellas,
astros, planetas y signos,
del gran poder de mi Dios,
cuya nueva ley publico;
porque soy uno de doce
discípulos escogidos
que a sembrar por todo el mundo
de su Evangelio venimos
la semilla; y nos envía
de fe y esperanza ricos.
Y así, en nombre suyo vengo
a aplazarte un desafío,
a cuyo duelo señalo
de aqueste gran templo el sitio,
por armas sola mi voz,
y por juez a tu dios mismo.
En él me hallarás. A él
haz que vengan prevenidos
los sacerdotes, tus sabios,
todos a argüir conmigo,
en presencia de tu dios;
y el que quedare vencido
a manos del otro muera.
REY: Tanto de mis dioses fío
y de mis sabios espero
que lo acepto y lo permito.
BARTOLOMÉ: Pues en el templo te aguardo,
y me hallarás en el sitio
armado de fe, que son
las armas con que yo lidio.
Desaparece
REY: ¡Espera, aguarda!--En el aire
se ha desaparecido.
Divinos dioses, ¿es sueño,
es encanto o es delirio?--
¡Hola!
Sale el SACERDOTE
SACERDOTE: Señor, ¿qué me mandas?
REY: ¿No habéis visto, no habéis visto
aquel pasmo, aquel horror?
SACERDOTE: ¿Quién?
REY: El profeta de Cristo.
SACERDOTE: Engaño es de tu deseo;
nadie ha entrado ni ha salido,
porque yo he estado a la puerta.
REY: No es; que aquí estuvo conmigo,
yo le he visto, yo le he hablado,
por señas de que me ha dicho
que quiere hacer con mis sabios
certamen y desafío