Las cadenas del demonio (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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de la lid que en él espera?
LESBIA: ¿Vos licencia me dais?
LIRÓN: Sí.
SACERDOTE: Mas ¿quién es quien habla aquí?
LESBIA: Yo soy, señor; y quisiera
pedirte albricias.
SACERDOTE: ¿De qué?
LESBIA: De que ya Astarón habró.
SACERDOTE: ¿Quién, Lesbia, lo dice?
LIRÓN: Yo.
SACERDOTE: ¡Felice, pues escuché
su voz! Sin duda ha querido,
viendo que el rey ha aceptado
el desafío aplazado,
volver por su honor perdido.
A decirlo al rey iré,
para que el concurso sea
mayor, y este monstruo vea
sus maravillas; aunqué
el salir es excusado,
pues dice sonoro el viento
con cuánto acompañamiento
el rey en el templo ha entrado.
Ya el velo puedo correr.

Descúbrese el ídolo vestido como
estaba el DEMONIO, y salen el REY, LICANORO, e IRENE y
ACOMPAÑAMIENTO


LIRÓN: (¡Si me ve, hoy muero!) Aparte
SACERDOTE: Señor,
albricias de la mayor
fortuna que merecer
pudo tu imperio.
REY: ¿Qué ha sido?
SACERDOTE: Ya el cielo vuelve por ti
y por tu causa; y así
nuestro gran dios ha querido
dolerse de nuestro llanto.
LIRÓN: (¡Ay, que el rey mismo me adora! Aparte
Estó por decir ahora
que no lo hice yo por tanto.
Mas mijor es proseguir
el engaño, ya que en él
estó empeñado.)
SACERDOTE: Ya fiel
vuelve en su culto a lucir.--
Llegad, preguntadle todos
y veréis si da este día
respuesta como solía.
LIRÓN: (Distintos serán los modos; Aparte
mas al fin responderá
bien o mal, como saliere.)
REY: Bello esplendor que prefiere
a la luz que el sol nos da,
pues hoy ha de ser aquí
la lid de uno y otro dios,
volved, gran señor, por vos.
LIRÓN: Yo me acordaré de mí.
REY: No permitáis que ensalzado
en nuestras aras se vea
dios que ignoramos quién sea.
LIRÓN: Yo me tengo harto cuidado.

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