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pierden del templo a la puerta.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues dentro le hallaron,
leyendo divinas ciencias.
DEMONIO: Hombre es, pues de temor huye
a Egipto y su patria deja.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues derriba huyendo
cuantos ídolos encuentra.
DEMONIO: Hombre es, pues en el desierto
la hambre y sed le atormentan.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues cuarenta días
les pudo hacer resistencia.
DEMONIO: Hombre es, pues que se le atreven
a tentar con duras piedras.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues con una voz
tres tentaciones ahuyenta.
DEMONIO: Hombre es, pues de hombres se vale,
y ésos de suma pobreza.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues que la humildad
elige por compañera.
DEMONIO: Hombre es, pues uno de doce
trata de ponerle en venta.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues aun a ese mismo
lava y consigo le asienta.
DEMONIO: Hombre es, pues sentencia oye
de muerte, y no la remedia.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues, por darnos vida,
se dispone a esa sentencia.
DEMONIO: Hombre es, pues en una cruz
clavado padece afrentas.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues el perdón pide
de los que le han puesto en ella.
DEMONIO: Hombre es, pues espira y muere.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues muriendo deja
vencida la muerte, y hacen
sentimiento cielo y tierra.
DEMONIO: Hombre es, pues desamparado
el cuerpo cadáver queda.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues de los infiernos
baja a quebrantar las puertas.
DEMONIO: Hombre es, pues de hombre dejó
en el mundo tantas prendas.
BARTOLOMÉ: Y Dios, pues que Dios y hombre
en los cielos vive y reina,
de donde vivos y muertos
vendrá a juzgar.
Cae el DEMONIO a los pies de
BARTOLOMÉ
DEMONIO: ¡Cesa, cesa!
Que ya sé que hombre y Dios
está sentado a la diestra
del padre, hasta que por fuego
a juzgar el siglo venga.
BARTOLOMÉ: Pues si tú mismo, tú mismo