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aforrada della.
NISE: ¿Qué es?
PATACÓN: Casta, no casta.
NISE: Ya entiendo.
Vase PATACÓN
FABIO: Bien pudiera yo vengarme,
Lisarda, de tus desprecios
con tus desprecios; mas es
noble mi amor y no quiero
que tus sentimientos sean
despique a mis sentimientos;
y así llóralos sin mí;
porque al verte llorar, temo
que a alguna ruindad me obliguen
o mis celos o tus celos.
Vase FABIO
LISARDA: ¿Quién en el mundo se vio
en igual desaire? Pero
¿cómo cobarde me aflijo
y no animosa me vengo?
NISE: ¿Qué venganza has de tener
de hombre tan ruin y grosero
como ha andado? ¿Éste era el fino?
¿Éste el rendido, el atento?
¡Ah, fuego de Dios en todos!
LISARDA: No sé; mas sí sé, pues tengo
esta joya en que fundar
mis engaños.
NISE: ¿Cómo es eso?
Pues ¿no la arrojaste al río?
LISARDA: No; porque el fin previniendo
de que me podía servir,
otra que tenía en el pecho
arrojé, con que sus señas
pudo desmentir el viento.
Y pues lo que en un instante
previne sucede, ¡ea, ingenio!
a nueva fábula sea
mi vida asunto; que, puesto
que de celosas locuras
están tantos libros llenos,
no hará escándalo una más.
NISE: ¿Qué intentas?
LISARDA: ¿Desde el primero
oriente mío no fui
víbora, pues que naciendo
la vida costé a mi madre?
¿Mi padre entre los estruendos
de Marte no me crïó,
por no dejarme a los riesgos
de los bandos gebelinos,
siendo él campeón de los güelfos?
¿Segunda naturaleza
la costumbre no me ha hecho
tan varonil que la espada
rijo y el bridón manejo?
¿Hoy, apagados los bandos,
por ir al César sirviendo,
en Milán no me dejó
encargada a Filiberto,
su hermano? ¿Él en esta ausencia
también (¡ay de mí!) no ha muerto,