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un bandido caballero,
joven, galán y brïoso,
que liberal...
Llora doña BLANCA
Mas ¿qué es esto?
¿De qué lloráis?
BLANCA: De que estoy
vuestras fortunas oyendo,
con lástima de las mías.
Proseguid.
VIOLANTE: Daros no quiero
ocasión con mis pesares
para que sintáis los vuestros.
BLANCA: ¿Vio vuestro padre a ese joven
que tan gallardo y atento
pintáis?
VIOLANTE: Y de él recibió
vida y honor por lo menos.
BLANCA: (¡Mal haya él, por que no hizo Aparte
en mi venganza escarmientos
al mundo de...! Mas ¿qué digo?
¡Jesús mil veces! ¿Qué es esto?)
Loca estuve; perdonadme,
porque traigo un sentimiento
tan en el alma arraigado
que me priva por momentos
del juicio. Y no os espantéis,
señora, de mis extremos,
que ese joven hijo es mío,
y nos tienen sus sucesos,
a él sin ventura y a su padre
sin amor, y a mí sin seso.
VIOLANTE: Aunque él nos dijo quién era,
no pudo mi entendimiento,
con la turbación, entonces
percibir tan por extenso
los nombres que haya podido
aquí prevenir el serlo,
que en él no os hubiera hablado.
Salen don MENDO y don LOPE PADRE
LOPE PADRE: Abricias pedirte puedo,
Blanca; que hoy se entran en casa
las dichas y los contentos.
BLANCA: Harto será, porque ha días
que no la saben.
LOPE PADRE: Muy necio
anduve. Dadme, señora,
la mano, que humilde os beso,
y perdonadme. Tú, Blanca,
sabrás que el señor don Mendo,
nuestro huésped, que ésta es una
de las dichas, es del reino
Justicia Mayor, y a él,
que es la otra, del rey vengo
para el perdón de don Lope
remitido.
BLANCA: (¡Sufrimiento, Aparte
aquí os he menester todo!)
Mucho, señor, agradezco
a mi suerte que vengáis
donde puedan mis deseos
serviros; que, en cuanto a mi hijo,