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olvidaos vos de todo;
que yo de nada me acuerdo.
MENDO: ¡Oh qué cuerdamente, Blanca,
os ayudáis del ingenio!
BLANCA: No sé por qué lo decís.
MENDO: Yo sí.
BLANCA: Pues no hablemos de ello.
MENDO: Yo me doy por advertido;
y si es que he de obedeceros,
¿cómo lo he de hacer?
BLANCA: Callando.
MENDO: ¿Cómo se calla?
BLANCA: Sufriendo.
MENDO: ¿Sabré yo?
BLANCA: Aprended de mí.
MENDO: ¿Con qué medio?
BLANCA: Este es el medio.
MENDO: Decidle.
BLANCA: ¡Beatriz!
Sale BEATRIZ
BEATRIZ: ¿Señora?
BLANCA: Alumbra al señor don Mendo.
(Esto es quitar ocasiones.) Aparte
MENDO: (No es sino añadir tormentos.) Aparte
Vanse. Salen ELVIRA con luz y doña VIOLANTE destocándose
VIOLANTE: Cierra esas puertas, Elvira,
y si preguntare luego
mi padre acaso por mí,
dile que ya estoy durmiendo;
que no quiero que me hable
él ni nadie; sólo quiero
la soledad por amiga.
ELVIRA: Notables son tus extremos.
VIOLANTE: Pues aun no los he pintado,
Elvira, como lo[s] siento.
Ayúdame a destocar;
ve esos vestidos poniendo
sobre ese bufete.
ELVIRA: En fin,
¿que no son los bandoleros
tan fieros como los pintan?
VIOLANTE: Tal es la aprehensión que tengo
de su talle, rostro y voz,
que desecharle no puedo
de mi memoria; de suerte
que a cada parte que vuelvo
los ojos allí parece
que le miro.
Retíranse las dos a un retrete, que se fingirá con algunos
lienzos. Salen don LOPE HIJO y VICENTE
LOPE HIJO: ¿Qué es aquesto?
¡Cielos! ¿Cómo está este
cuarto
tan adornado y compuesto?
VICENTE: La casa habemos errado;
que en la de tu padre creo
que apenas hay un candil.
LOPE HIJO: Detente.
VICENTE: Ya me detengo.
LOPE HIJO: ¿Ves una mujer...
VICENTE: Y aun dos.
LOPE HIJO: ... que con bizarro desprecio