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más que todas, pues con ella
me dejáis desempeñada
de una continua vergüenza.
MENDO: Ahora bien, quedad con Dios;
que Su Majestad me espera.
LOPE PADRE: Y a mí un negocio me aguarda.
LOPE HIJO: Yo dividirme quisiera
por ir a los dos sirviendo;
mas, ya que elegir es fuerza,
para que os asista a vos
dará mi padre licencia.
LOPE PADRE: Sí doy, y con harta envidia
de ver elección tan cuerda.
Vase don LOPE PADRE
MENDO: Y yo lo acepto, no tanto,
don Lope, porque lo sea,
cuanto porque, yendo ahora
vos conmigo, es cosa cierta
que me excusáis de quedarme
yo con vos; pues de manera
está el alma en vuestra vista
ufana, alegre y contenta,
que no quisiera apartaros
un punto de su presencia.
Vanse don MENDO y don LOPE HIJO
VICENTE: Beatriz, escucha.
BEATRIZ: ¿Qué quieres?
VICENTE: Ya que los amos se ausentan,
¿no mereceré yo, por
recién venido siquiera,
algún abrazo traído?
BEATRIZ: Y aun sacado de la tienda
para ese efecto.
VICENTE: ¡Ay, Beatriz,
qué de cuidados me cuestas!
BEATRIZ: Bueno es eso para haber
dos mil meses que te espera
mi amor, y no haber venido
a dar por acá una vuelta.
VICENTE: ¿Cómo no? Pues ¿no venimos
mi amo y yo una noche de estas
pasadas, y nos entramos
como en nuestra casa mesma,
en el cuarto de don Mendo,
donde con Violante bella
a medio destocar dimos,
donde hubo el "detente, espera,
sombra, ilusión" con su poco
de desmayo y pataleta?
BEATRIZ: Calla, calla; no me cuentes
lancecitos de novela.
VICENTE: ¡Pluguiera a mi Dios, Beatriz!
Pues con eso no estuviera
tal mi amo que no es
no-vela, sino sí-vela;
pues ni dormir ni comer
a ninguna hora me deja,
hablando siempre en si estaba