Página 26 de 56
de las luces de la aurora
y las sombras del ocaso.
No os vais; pasad adelante,
sin que el mirarme os disguste;
pues no hay temor que os asuste
ni recelo que os espante.
De día es, bella Violante;
no de la noche valido
a ofenderos he venido,
sino la vida a ofreceros,
viviendo por vos y a seros
dos veces agradecido.
VIOLANTE: Es tan grande la aprehensión
del miedo que ya os cobré
que, aun viéndoos de día, no sé
si sois verdad o ilusión,
si bien en esta ocasión
que a ver a Blanca venía,
no, don Lope, me volvía
por vos, sino porque vi
no sé qué otra sombra aquí,
contra quien no vale el día.
LOPE HIJO: Un amigo mío, señora,
es con quien hablaba yo;
y, en viéndoos, se fue; por no
embarazaros ahora;
que el corazón que os adora
previno contra el desdén
vuestro esta ausencia, y fue bien,
porque yo os hablé.
Hablan aparte doña VIOLANTE y ELVIRA
VIOLANTE: ¡Ay de mí!
¿No era aquél don Guillén?
ELVIRA: Sí.
VIOLANTE: Pues él me habla en don Guillén.
LOPE HIJO: Y ya que a mi cuarto vais,
la ocasión no me neguéis
que vos misma me ofrecéis,
para que de mí os sirváis.
VIOLANTE: Esos extremos no hagáis;
quedaos.
LOPE HIJO: No será razón
la vida perder.
VIOLANTE: Pues ¿son
lo mismo ocasión y vida?
LOPE HIJO: Sí; pues no vuelve, perdida,
jamás vida ni ocasión.
VIOLANTE: La que conmigo tenéis
aprovechad; ya os escucho.
¿Qué queréis decir?
LOPE HIJO: Lo mucho
que a una memoria debéis.
VIOLANTE: ¿Tercero suyo os hacéis?
LOPE HIJO: No me atrevo a ser primero;
y así hablo por tercero;
que se declara mejor
en amaros el temor.
VIOLANTE: Pues siendo así, yo no quiero