Página 29 de 56
LOPE HIJO: (¿Quién vio confusiones tantas? Aparte
Mas disimulemos, celos;
y aunque es la copa penada,
apuremos de una vez
todo el veneno que falta.)
Con menos digno sujeto
que Violante, cosa es clara,
que desempeñarais mal,
don Guillén, sus alabanzas.
Decidme, ¿en qué estado estáis
con ella, para que haga
yo luego lo que me toca?
GUILLÉN: Solamente dos palabras
dirán en qué estado estoy.
LOPE HIJO: ¿Qué son?
GUILLÉN: Amor y desgracia.
Quiero, y quiero aborrecido.
VICENTE: (Malo es esto, pero ¡vaya!) Aparte
GUILLÉN: Sabiendo, pues, que venía
a Zaragoza, di traza
de seguirla, donde espero,
con vuestra ayuda, obligarla;
porque viviendo, don Lope,
ella en vuestra misma casa,
no sólo podré, buscándoos,
verla alguna vez y hablarla,
pero pediros podré
que vos la habléis en mis ansias.
No perdamos la ocasión,
Lope, de que, cuando salga
de la visita, busquéis
algún modo con que darla
un papel mío; que yo
no quise por esta causa
que me viera, sin estar
de mi venida avisada,
no hiciera la novedad
de la fineza venganza.
El papel escribiré
en la primer parte que haya
ocasión, pues que no puedo
entrar ahora en vuestra sala.
Al punto vuelvo, don Lope;
esperadme que le traiga.
Vase
VICENTE: Señor, adiós.
GUILLÉN: ¿Dónde vas?
VICENTE: ¿Dónde he de ir? A la montaña
a esperarte; que ya sé
que has de ir allá.
LOPE HIJO: No te vayas;
que estimo mucho a Violante;
y aunque él me ofende en amarla,
el amarla yo también
mis acciones embaraza
de suerte que hoy me reporta
con lo mismo que me agravia.
Suframos algo una vez
y demos, Vicente, traza
como, sin que a rompimiento
llegue aqueste lance, haya
modo de salir bien de él.
VICENTE: ¡Cuánto estimo que te valgas
hoy, señor, de la cordura!