Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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de su pena y su cuidado,
muchos menos que sabido
y algo más que murmurado.
De España vino con nombre,
opinión, noticia y fama
a Parma--esto no te asombre--
cierto juego que se llama,
señor, el juego del hombre.
César el juego aprendió
y un día que le jugó,
teniendo basto, malilla,
punto cierto y espadilla,
la tal polla remetió.
Acabando de perder,
hubo voces, y el senado
mirón tuvo en que entender,
si fue bien o mal jugado,
si pudo o no pudo ser.
Con esto nos fuimos luego,
y estando durmiendo yo
en mi cama y mi sosiego,
desnudo se levantó,
dando y tomando en el juego;
y, habiéndome despertado,
cuanto encendido, resuelto,
me dijo muy enojado,
"Si aquella baza le suelto,
reparto y quedo baldado;
luego le atravieso yo,
y con cuatro tengo hartas,
y hago tenaza, o si no,
vuélvanme mis nueve cartas,
y venga el que lo inventó."
De aquí, sin duda, ha nacido
su tristeza.
ALEJANDRO: Yo me he holgado
de haberla de ti sabido,
pues con eso has castigado
la culpa de haberte oído.
No quiero creer que fuera
tan necio César que a ti
su secreto te dijera,
pues hoy me pesara a mí,
cuando de ti lo supiera;
que tu condición extraña
claramente desengaña
que es para burlas ociosas
no más.
LÁZARO: Como de esas cosas
vienen cada día de España.
Dios te guarde; y yo prometo,
con la ocasión que me has dado,
de buscarte más discreto.
(Bien las burlas me han librado Aparte
de descubrir el secreto.)

Vase


ALEJANDRO: Notable hombre; si estuviera
con más gusto, le tuviera
en oírle.
ARIAS: Pues si a ti
te agrada, siempre está así,
que es hombre de esta manera;
en su vida estuvo triste.
ALEJANDRO: No será muy entendido;

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