Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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por culpas de declarada,
castigos de arrepentida.
¿Al día venís? ¡A fe mía,
que ha sido invención extraña!
Harto es que quien engaña
venga a engañar con el día.
Quisisteis, hasta alcanzar
un favor, que aun no tenéis;
y ya os mudáis, porque os veis
con algo que despreciar.
Y si el desengaño toco
que vuestro trato me ofrece,
es poco lo que merece
quien se contenta con poco.
No penséis, por un papel,
que fue liviano favor,
César, que ya de mi honor
tomáis posesión en él.
No hagáis por eso desprecio
de la ocasión y de mí;
si como loca os la di,
no la perdáis como necio.
Aprended a ser cortés
con las damas otro día;
y si aprendéis cortesía,
venidme a servir después.

Quítase de la ventana
CÉSAR: Pues que te he escuchado atento
hasta castigar mi culpa,
y no escuchas la disculpa,
habré de decirla al viento.
Sabe el mismo amor si lloro
tu ausencia, y que en ella muero.
Sabe el alma si te quiero.
Sabe el cielo si te adoro.
No ha sido soberbia mía;
que la ocasión me quitó
mi desdicha, porque vio
que yo no la merecía.
Y si esta ocasión perdida
sospechas que me mudó,
viva despreciado yo,
y no estés arrepentida.
Que yo quiero, pues he sido
en venturas desdichado,
ser más cuerdo despreciado
que necio favorecido.
De día vengo, y lo sería
para mí, aunque noche fuera;
pues en viéndote, saliera
claro el sol, alegre el día.
Hasta verle me ha tenido
el príncipe, que ha rondado
la ciudad. Esto ha pasado;
tu hermano testigo ha sido.
Verdad es; si el merecer
piensas que me ha de olvidar,
vuélveme tú a despreciar,
y vuelva yo a padecer.
Seamos extremos los dos;
yo amante y tú ingrata seas;

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