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ya lo que no ha sucedido?)
Pues que lo sabes, también
sabrás que no es la persona
muy segura.
FÉLIX: Bien se ve;
pues a un hombre y un crïado
embistieron ocho o diez.
ALEJANDRO: (¿Hay tan notable fingir? Aparte
¿Mas que me dice por qué
fue la pendencia y adónde,
de qué manera y con quién?)
Yo he sabido, después de esto,
que ha recibido un papel,
diciéndole que en el campo
--junto a tu quinta ha de ser--
le esperan. Él sale solo,
muy preciado de cortés.
La persona es sospechosa,
y hame dado que temer.
Sabe Dios que yo saliera
a su lado, pero el ver
que verme a su lado a mí
no le está a su opinión bien,
me ha hecho que a ti te elija
para esto.
FÉLIX: ¿Y qué he de hacer?
ALEJANDRO: No más, Félix, que buscarle
y, sin decirle por qué
ni darte por entendido,
andarte todo hoy con él.
Esto te encargo y, en todo,
que no le des a entender
que yo te envío.
FÉLIX: Verás
cómo te sirvo.
ALEJANDRO: (Y veré Aparte
si contra fuerzas de amor
tiene la industria poder.)
Vanse. Salen don CÉSAR y LÁZARO
LÁZARO: A mi pendencia acogido,
lindamente me escapé.
Díjome que había servido,
aunque no sé cómo fue,
para un desmayo fingido.
Mas ella lo dirá hoy.
CÉSAR: Con lo medroso que estoy,
no me puedo asegurar,
ni pienso que he de llegar,
aunque en tantas alas voy.
Sale don FÉLIX
LÁZARO: ¿No es don Félix? ¡Cosa brava!
FÉLIX: Don César, bésoos las manos.
CÉSAR: Guárdeos Dios.
LÁZARO: (Esto faltaba.) Aparte
CÉSAR: (No fueron mis miedos vanos.) Aparte
FÉLIX: ¿Qué os hacéis?
CÉSAR: Por aquí andaba,
sin tener qué hacer. Y vos,
¿dónde vais?
FÉLIX: No sé, por Dios.