Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Entré, y en breve espacio,
llegó su hermano y trájola a palacio.
Dio a entender que sabía
todo lo que pasaba,
y que escondido estaba.
Al fin su cortesía
de suerte me ha obligado
que a pedírsela estoy determinado.
Con esta recompensa
le aseguro más sabio,
hago gusto el agravio,
obligación la ofensa
y, a casarme dispuesto,
el príncipe también se holgará de esto.

Vase. Sale ALEJANDRO


ARIAS: Señor, ¿hasle escuchado?
ALEJANDRO: Como a Félix la pida,
no habrá razón que impida
dársela, y obligado,
si a mí me la pidiera,
presumo que, a ser mía, se la diera.

Sale don FÉLIX


ALEJANDRO: Don Félix, obligado
estoy de vos, y quiero,
por galardón primero,
quitaros un cuidado,
y no el menor que puedo.
(Así aseguro a esta ocasión el miedo.) Aparte
[U]n deudo mío en doña Ana
su pensamiento ha puesto
y, por hablaros presto,
yo tengo a vuestra hermana
casada de mi mano.
FÉLIX: Dame tus pies por el honor que gano.
ALEJANDRO: Por cartas he sabido
su altivo pensamiento,
y con mayor contento
le tengo respondido,
que yo lo trataría;
basta decir que tiene sangre mía.
Y desde aquí os prometo
tomarla yo a mi cargo;
solamente os encargo,
don Félix, el secreto;
y, pues queda tratado,
no dispongáis de darla nuevo estado.
FÉLIX: Guarde tu vida el cielo,
para que el mundo vea
honrar a quien desea
servirte; hoy en el suelo
pondré humilde la boca.
ALEJANDRO: (¡Ay necio fin de una esperanza loca!) Aparte

Vase


FÉLIX: Diréla esta ventura
del nuevo casamiento;
y si mi pensamiento
anima su hermosura
y mi imposible allana,
buenas albricias llevaré a mi hermana.

Vase. Salen doña ANA y ELVIRA
ELVIRA: ¿Qué sientes?
ANA: Que ya estoy muerta,

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