Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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FÉLIX: ¿Qué dicha a mi dicha iguala?
Mas término injusto fuera
que, con tan buena tercera,
esperara nueva mala.

Sale ELVIRA


ELVIRA: Don César está en la sala;
dice que te quiere hablar.
FÉLIX: Tú te puedes retirar.
ANA: (Pues viene tan descubierto, Aparte
sin duda mi bien es cierto.
Desde aquí quiero escuchar.)

Retíranse doña ANA y ELVIRA


FÉLIX: Don César, mucho agraviáis
esta casa, pues en ella,
sabiendo vos que lo es,
no entráis como en propia vuestra.
ANA: (Ya como hermanos se tratan.) Aparte
CÉSAR: Yo me detuve a la puerta
por esperar, como es justo,
que me diérades licencia.
Don Félix, bien conocéis
de mis padres la nobleza,
de mi vida las costumbres
y cantidad de mi hacienda.
El crïado que más quiere
el príncipe soy; bien muestra
en mí su poder, pues hace
mucho de nada su Alteza.
En su casa me ha crïado,
haciendo desde edad tierna
confïanza en mi persona,
como en mi ingenio experiencia.
No volví el rostro a las armas,
por inclinarme a las letras;
que valor y estudio vieron
la campaña y las escuelas.
Al fin, para no cansaros,
soy vuestro amigo, y quisiera
asegurar la amistad.
ANA: (Aquí sin duda conciertan Aparte
lo que ya tienen tratado;
quiero escuchar atenta.)
CÉSAR: Mi intención y mi deseo,
bien que atrevimiento sea,
más claro que las razones,
os habrán dicho las muestras;
que, informándoos tan despacio,
haber discurrido es fuerza
el fin, pues en vuestra casa
no tenéis más que una prenda.
Confieso que, a ser del mundo
señor, aun no mereciera
mirarla; soberbia ha sido,
mas disculpada soberbia.
Perdonad; y si os obligan
mi calidad y mis prendas,
servíos con mis deseos,
y honradadme con su belleza.
¿Qué pensáis? ¿Qué os suspendéis?

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