Nadie fíe su secreto (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Desconocido a mi valor, intento
a un agravio remedio peregrino;
y, animándole, apenas adivino
verdugo de mi infamia el sentimiento.
Olvido ingrato, agradecido adoro,
aborrezco cobarde, amo atrevido,
llamo y me huyo, quiero y no deseo;
canto mis penas, y mis glorias lloro.
¿Qué mucho viva o muera arrepentido,
si he de perder la vida o el deseo?

Sale LÁZARO


LÁZARO: Mandóme don César que
buscase a don Félix; por-
que quiere hablarle, y aunque
me ha costado mucho tor-
mento, a don Félix no hallé,
ni ahora a mi señor tampoco
hallo en toda la ciudad.
Ellos me han de volver loco;
mas si va a decir verdad,
ellos tiene que hacer poco.
Mas aquí el príncipe está.
ALEJANDRO: ¡Lázaro!
LÁZARO: Buen caballero
te faltó.
ALEJANDRO: ¿Cómo va?
LÁZARO: Ya
puedes ver.
ALEJANDRO: ¿Qué hay?
LÁZARO: No hay dinero;
y así, no sé cómo va.
Remendaba con estilo
sus calzones un mancebo.
Yo, que le acechaba, vilo,
y pregunté, "¿Qué hay de nuevo?"
Y él respondió, "Sólo el hilo."
Yo a decirle no me atrevo,
porque aun el hilo no es nuevo;
pero, mirándome así,
un famoso arbitrio di.
ALEJANDRO: Si fue tuyo, ya le apruebo.
LÁZARO: ¿Puesto en uso no se ve
traer calzones de bayeta?
Pues yo fui quien lo inventé,
que soy Adán de esta seta.
ALEJANDRO: ¿Y de qué manera fue?
LÁZARO: Si el saberlo te desvela,
yo unos calzones tenía
muy rotos, y con cautela,
faltóme la tela un día,
y púseme la entretela.
Agradó el gusto, y no lejos
del mío, muchos después
admitieron mis consejos;
así que cuanto hoy ves
todos son calzones viejos.
ALEJANDRO: ¡Quién, para poderte oír,
no tuviera que sentir!

Vase


LÁZARO: Ríe el pobre, el rico llora,
y así en este mundo ahora

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