El año Santo en Roma (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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Piensa el hombre cuando nace, 265 o cuando empieza, a lo menos, formando entes de razón a obrar con entendimiento, que nace a emplear su curso solo en el uso de aquellos 270 oficios a que le llama la vocación de su genio; pues no, que ni el César mismo nace solamente a serlo, el señor a ser señor, 275 a lucir el caballero, el soldado a dar vitorias, el ministro a dar consejos, el estudioso al aplauso, el político al gobierno, 280 el oficial al sudor, ni el mendigo al desconsuelo: todos nacen a otro fin, que es, si le examinan cuerdos, servir a Dios y gozarle. 285 Servirle dije primero, porque, para amar gozando, se ha de merecer sirviendo; y siendo así que este solo es el principal empleo 290 de la vida, y los demás acesorios a éste, vemos que es al que menos acuden los mortales, no advirtiendo que el que les importa más 295 es al que se aplican menos. Tú, pues ya que tan desnudo naces al conocimiento desta verdad, solicita abandonar los pretextos 300 de humanas comodidades, y ya que naces a tiempo que llueve el cielo el rocío de sus piedades, cubriendo no de cándido manná 305 las campañas del desierto, sino de lo figurado en él, pues con más misterio, dando luces a las sombras, se ve en otro blanco velo, 310 que, lloviéndose a prodigios, se está agotando a portentos, procura cogerle antes que corrompido y deshecho te le convierta en gusanos 315 la flojedad de tu afecto. Todas las horas de quien están los días compuestos, los días de quien tejidas están las semanas, siendo 320 eslabones de los meses, como de los años ellos y los años de los siglos, unidas partes del tiempo, todos los bendijo Dios.

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