La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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COSME: No le ha de tener, señor.
Pero ve aquí que le tiene
porque al suceso conviene.
MANUEL: Deja aqueste necio humor
y lleva luz, porque tengo
de disponer de escribir
y esta noche he de salir
de Madrid.
COSME: A eso me atengo
pues dices con eso aquí
que tienes miedo al suceso.
MANUEL: Antes te he dicho con eso
que no hago caso de ti.
Pues de otras cosas me acuerdo
que son diferentes. Cuando
en éstas me estás hablando,
el tiempo, en efecto, pierdo.
En tanto que me despido
de don Juan, ten luz.

Vase


COSME: Sí haré.
Luz al duende llevaré
que es hora que sea servido
y no esté a escuras. Aquí
ha de haber una cerilla
en aquella lamparilla
que está murmurando allí.
Encenderla agora puedo.
¡Oh qué prevenido soy!
Y entre éstas y esotras voy
titiritando de miedo.

Vase y sale ISABEL por la alacena con una azafate
cubierto


ISABEL: Fuera están, que así el crïado
me lo dijo. Ahora es tiempo
de poner este azafate
de ropa blanca en el puesto
señalado. ¡Ay de mí, triste!
Que como es de noche tengo
con la grande oscuridad
de mí misma asombro y miedo.
¡Válgame Dios, que temblando
estoy! El duende primero
soy que se encomienda a Dios.
No hallo el bufete. ¿Qué es esto?
Con la turbación y espanto
perdí de la sala el tiento.
No sé donde estoy ni hallo
la mesa. ¿Qué he de hacer, cielos?
Si no acertase a salir
y me hallasen aquí dentro,
dábamos con todo el caso
al traste. Gran temor tengo,
y más agora, que abrir
la puerta del cuarto siento;
y trae luz el que la abre.
Aquí dio fin el suceso

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