La dama y el duende (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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ni qué tengo de dudar
ni qué tengo de creer.
COSME: Yo sí.
MANUEL: ¿Qué?
COSME: Que es mujer diablo.
Pues que novedad no es,
pues la mujer es demonio
todo el año, que una vez
por desquitarse de tantas
sea el demonio mujer.

Vanse


FIN DE LA SEGUNDA JORNADA


TERCERA JORNADA



Sale don MANUEL como a escuras, guiándole
ISABEL


ISABEL: Espérame en esta sala,
luego saldrá a verte aquí
mi señora.

Vase como cerrando


MANUEL: No está mala
la tramoya. ¿Cerró? Sí.
¿Qué pena a mi pena iguala?
Yo volví del Escorial
y este encanto peregrino,
este pasmo celestial,
que a traerme la luz vino
y me deja en duda igual,
me tiene escrito un papel
diciendo muy tierna en él,
"Si vos atrevéis a venir
a verme, habéis de salir
esta noche, con aquel
criado que os acompaña.
Dos hombres esperarán
en el cementerio--¡extraña
parte!--de San Sebastián,
y una silla." Y no me engaña.
En ella entré y discurrí
hasta que el tino perdí
y, al fin, a un portal de horror
lleno de sombra y temor,
solo y a escuras salí.
Aquí llegó una mujer
--al oír y al parecer--
y a escuras y por el tiento
de aposento en aposento
sin oír, hablar, ni ver,
me guió. Pero ya veo
luz, por el resquicio es
de una puerta. Tu deseo
lograste, Amor, pues ya ves
la dama. Aventuras leo.

Acecha


¡Qué casa tan alhajada!
¡Qué mujeres tan lucidas!
¡Qué sala tan adornada!
¡Qué damas tan bien prendidas!
¡Qué beldad tan extremada!

Salen todas las mujeres con toallas, conservas y
agua y, haciendo reverencias todas, salen doña Angela [y

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