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de que los admitan --¡cielos!--
las voces y los oídos.
¿Juan Bautista con la lengua
se venga de lo ofendido?
¿Con los otros de un agravio
toma la venganza él mismo
que le compete? ¿Qué es esto?
¿Quién alguna vez ha visto
que se vengue el ofensor
y se ausente el ofendido?
CASILDA: Pues supe más.
ISABEL: ¿Qué?
CASILDA: Que ha dado
querella de aquel amigo
de mi señor que mató
su crïado, y ha querido
que el juez conozca de todo.
ISABEL: Muy bueno anda el honor mío
si por culparle me culpan.
Sale PEDRO
PEDRO: (¡Qué largo ha sido el camino! Aparte
Y es porque al que huye parece
que el miedo le pone grillos.
¿Quién vio tomar por sagrado,
por amparo y por asilo
del delincuente la casa,
donde cometió el delito?
Ésta es mi señora.) Dame,
pues que tan dichoso he sido,
el enano de los pies,
ése de los puntos niño,
Benjamín de los juanetes,
y de las hormas resquicio;
y dime, por vida mía,
si mi señor ha venido
por acá.
ISABEL: Pedro, tú vengas
con bien. Seguro imagino
estás aquí de él; porque él,
por cosas que han sucedido
en tu ausencia, vive ausente.
PEDRO: Ya lo sé; mas no me fío
de eso yo, porque, si ahora
no está por acá, yo afirmo
que esté presto.
ISABEL: ¿De qué suerte?
PEDRO: Porque, habiendo yo venido,
no tardará mucho él;
que ha tomado por oficio
el andarse tras mí, hecho
fantasmita de poquito,
visión de capa y espada
y de mi temor vestiglo.
Sale JUAN Bautista
JUAN: (Si le condenan a muerte, Aparte
como merece el delito,
seguro estoy que no vuelva
a Salvatierra; que el dicho
basta para destrüirle;
y éste es el intento mío.
Pero aquélla es Isabel.