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tomar vuestro parecer.
Anoche, cuando leí
en la casa de aquel juez
mi proceso, hallé un testigo
tan infame y falso en él
que decía que había visto
cómo don Alonso fue
acompañado conmigo
a la campaña, y también
que traidoramente dimos
muerte alevosa y crüel
a don Diego de Alvarado
los dos. Ved ahora, ved
cómo se pueden sufrir
atrevimientos de quien
con la lengua ha pretendido
deslucir y deshacer
acciones de un desdichado
que en este estado se ve,
sin tener culpa mayor
que ser tan hombre de bien.
MANUEL: Y ¿quién es ese testigo?
LUIS: Cuando lo sepáis, veréis
que es mayor mi sentimiento,
porque Juan Bautista es.
MANUEL: Es un cobarde; y así,
Luis Pérez, no os admiréis,
que el cobarde siempre apela,
como sin valor se ve,
del tribunal de las manos
a la lengua y a los pies.
Vamos, y en medio del día,
sin recelar ni temer
la muerte, públicamente,
delante del mismo juez,
saquémosle de su casa
o dondequiera que esté,
y llevémosle a la plaza,
donde diga cómo es
testigo falso; que yo,
de mirar que le dejé
vivo la noche de marras,
estoy picado también.
LUIS: Esto ha de ser en efecto,
amigo; pero ha de ser
disponiéndolo mejor;
y las pendencias, sabed
que han de ser de dos maneras;
este discurso atended.
Pendencia que a mí me llame,
como quiera que yo esté,
me ha de hallar dispuesto siempre,
salga mal o salga bien;
mas la que yo he de buscar
con mi seguro ha de ser;
que del nadar y el reñir
el guardar la ropa fue
la gala. Gente he sentido;
llegad conmigo, veréis
del modo que he de vivir,
tomando lo que me den,
sin hacer agravio a nadie;
que soy ladrón muy de bien.