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y vino? ¿Qué culpa hallan
en mí?
JUEZ: Los dos nos quedemos
con él.-- Ven, traidor, y calla.
Vanse el JUEZ, PEDRO, ALGUACIL 1, ALGUACIL 2, y
todos los hombres, llevándose el cadáver de JUAN
Bautista
LEONOR: Mucho sentiré que alcancen
este hombre; que, aunque airada
estuve con él, sabiendo
la verdad, con justa causa
podrá trocar el valor
en agravio la venganza.
La vida tengo de darle
si puedo, en desdicha tanta.
¡Que a tanto el valor obligue
que temple al mismo que agravia!
Vase. Salen LUIS Pérez y MANUEL
LUIS: Pues rendidos a su aliento
los caballos se desmayan,
en la espesura del monte
esperemos cara a cara.
Dentro el JUEZ
JUEZ: En esta parte se esconden
entre las espesas ramas;
cercadlos por todas partes.
MANUEL: Perdidos somos; que en tanta
gente no hemos de poder
defendernos, pues la espalda
no está segura jamás.
LUIS: Sí está. Escuchad una traza;
si con toda aquesta gente
riñésemos cara a cara,
no podrán jamás cercarnos,
si estamos espalda a espalda,
pues hallarán siempre así
el rostro, el pecho y la espada.
Reñid vos con quien cayere
hacia esa parte, y sed guarda
de mi vida, y de la vuestra
yo.
MANUEL: Pues si tú me la guardas,
seguro estoy, venga el mundo.
Salen el JUEZ y todos los que pudieren,
pónense los dos de espaldas y andan alrededor
riñendo, y procuran apartarlos
JUEZ: ¡A ellos!
LUIS: ¡Llegad, canalla!--
Manuel, ¿cómo va?
MANUEL: Muy bien.
¿Qué hay por allá?
LUIS: Linda daga.
JUEZ: Demonios son estos hombres.
LUIS: Pues que ya nos desamparan
el puesto, ¡a la cumbre!
Vase
MANUEL: ¡Al monte!
Vase
JUEZ: Seguidlos, y no se vayan.
Vanse. Salen por lo alto ISABEL y doña