A secreto agravio, secreta venganza (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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¿quién de una lengua se libra?,
¿quién de una intención se guarda?
Y si llegara a creer...,
¿qué es a creer?, si llegara
a imaginar, a pensar
que alguien pudo poner mancha
en mi honor. . . , ¿qué es mi honor?,
en mi opinión y en mi fama,
y en la voz tan solamente
de una criada, una esclava,
no tuviera, ¡vive Dios!,
vida que no le quitara,
sangre que no le vertiera,
almas que no le sacara;
y éstas rompiera después,
a ser visibles las almas.
Venid, iréos alumbrando
hasta que salgáis.
DON LUIS. (Ap.) Helada tengo la voz en el pecho.
¡Qué portuguesa arrogancia!
(Vanse los dos.)


Escena XVIII
DOÑA LEONOR, SIRENA; después DON LOPE.
DOÑA LEONOR. Aún mejor ha sucedido,
Sirena, que yo esperaba.
Sola una vez sino el mal
menor que el que se esperaba.
Ya puedo hablar, y ya puedo
mover las heladas plantas.
¡Ay, Sirena, en qué me vi!
Vuelva a respirar el alma.
(Vuelve Don Lope.)

DON LOPE. Leonor.
DOÑA LEONOR. Señor, pues ¿qué intentas?
¿Ya no supiste la causa
con que él entró? Ya supiste
que yo no he sido culpada.
DON LOPE. ¿Tal pudiera imaginar
quien te estima y quien te ama?
No, Leonor, sólo te digo
que ya aquí se declara
con nosotros...
DOÑA LEONOR. ¿Ya él no dijo
que aquí de Castilla estaba
ausente por una muerte?
Pues yo, señor, no sé nada.
DON LOPE. No te disculpes, Leonor.
Mira. . . , mira que me matas.
Tú, Leonor pues ¿de qué habías
de saberlo? Pero basta
que él se fie de nosotros,
para que de aquí no salga.
Y tú, Sirena, no digas
lo que entre los tres nos pasa

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