A secreto agravio, secreta venganza (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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la cinta.
MANRIQUE. (Ap. En bien se me acuerde
lo que la cinta se ha hecho.
¡Ah! Sí.) Estaba cierto día
junto al Tajo, en su frescura
contemplando tu hermosura,
Sirena, y la dicha mía.
Saqué aquella cinta bella
para aliviar mi esperanza,
y culpando tu mudanza,
empecé a llorar con ella.
Besábala con placer,
y un águila que me vio
llegarla al labio, pensó
que era cosa de comer.
Bajó de una piedra viva,
y con gran resolución
arrebatóme el listón,
y volvió a subir arriba.
Yo, aunque con gran ligereza
subir a su nido quiero,
no pude hallar un caldero
que ponerme en la cabeza.
Con esta ocasión se pierde
de tu listón la memoria.
Ésta es, Sirena, la historia
llamada la cinta verde.
SIRENA. Pues óyeme lo que a mí
después acá me pasó.
Estando en el campo yo,
volar un águila vi,
que era la misma; pues viendo
no ser cosa de comer,
la cinta dejó caer
junto a mí; y yo, acudiendo
a ver lo que había caído,
hallé entre las flores puesta
la cinta; mira si es ésta.
MANRIQUE. ¡Notable suceso ha sido!
SIRENA. Más notable será ahora
la venganza.
MANRIQUE. Mejor es
dejarlo para después,
que sale al campo señora. (Vase.)

Escena XIII
DOÑA LEONOR. -SIRENA.
DOÑA LEONOR. Sirena.
SIRENA. Señora.
DOÑA LEONOR. Mucha
es mi tristeza.
SIRENA. Pues ¿no
sabré qué es la causa yo?
DOÑA LEONOR. Ya la sabes; pero escucha.
Desde la noche triste
que en tantas confusiones, abrasada
Troya a mi casa viste,
quedando yo de todos disculpada,
don Juan más engañado,
libre don Luis, don Lope asegurado;
después que por la ausencia
que quiere hacer, en esta hermosa quinta
adonde la excelencia
de la naturaleza borda y pinta

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