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pusiera montes de jaspe!
CLOTALDO: Quizá porque no los pongas,
hoy padeces tantos males.
ROSAURA: Ya que vi que la soberbia
te ofendió tanto, ignorante
fuera en no pedirte humilde
vida que a tus plantas yace.
Muévate en mí la piedad;
que será rigor notable,
que no hallen favor en ti
ni soberbias ni humildades.
CLARÍN: Y si Humildad y Soberbia
no te obligan, personajes
que han movido y removido
mil autos sacramentales,
yo, ni humilde ni soberbio,
sino entre las dos mitades
entreverado, te pido
que nos remedies y ampares.
CLOTALDO: ¡Hola!
SOLDADOS: Señor...
CLOTALDO: A los dos
quitad las armas, y atadles
los ojos, porque no vean
cómo ni de dónde salen.
ROSAURA: Mi espada es ésta, que a ti
solamente ha de entregarse,
porque, al fin, de todos eres
el principal, y no sabe
rendirse a menos valor.
CLARÍN: La mía es tal, que puede darse
al más ruín. Tomadla vos.
ROSAURA: Y si he de morir, dejarte
quiero, en fe de esta piedad,
prenda que pudo estimarse
por el dueño que algún día
se la ciñó; que la guardes
te encargo, porque aunque yo
no sé qué secreto alcance,
sé que esta dorada espada
encierra misterios grandes,
pues sólo fïado en ella
vengo a Polonia a vengarme
de un agravio.
CLOTALDO: (¡Santos cielos! Aparte
¿Qué es esto? Ya son más graves
mis penas y confusiones,
mis ansias y mis pesares).
¿Quién te la dio?
ROSAURA: Una mujer.
CLOTALDO: ¿Cómo se llama?
ROSAURA: Que calle
su nombre es fuerza.
CLOTALDO: ¿De qué
infieres agora, o sabes,
que hay secreto en esta espada?
ROSAURA: Quien me la dio, dijo: "Parte
a Polonia, y solicita
con ingenio, estudio o arte,
que te vean esa espada
los nobles y principales;
que yo sé que alguno de ellos
te favorezca y ampare;"