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pues para mí este silencio
no conforma con el nombre
Clarín, y callar no puedo.
Quien me hace compañía
aquí, si a decirlo acierto,
son arañas y ratones.
¡Miren qué dulces jilgueros!
De los sueños de esta noche
la triste cabeza tengo
llena de mil chirimías,
de trompetas y embelecos,
de procesiones, de cruces,
de disciplinantes; y éstos
unos suben, otros bajan,
otros se desmayan, viendo
la sangre que llevan otros;
mas yo, la verdad diciendo,
de no comer me desmayo;
que en esta prisión me veo,
donde ya todos los días
en el filósofo leo
Nicomedes, y las noches
en el concilio Niceno.
Si llaman santo al callar,
como en calendario nuevo
San Secreto es para mí,
pues le ayuno y no le huelgo;
aunque está bien merecido
el castigo que padezco,
pues callé, siendo crïado,
que es el mayor sacrilegio.
Ruido de cajas y gente, y dicen dentro
SOLDADO 1º: Ésta es la torre en que está.
Echad la puerta en el suelo;
entrad todos.
CLARÍN: ¡Vive Dios!
Que a mí me buscan, es cierto,
pues que dicen que aquí estoy.
¿Qué me querrán?
Salen los soldados que pudieren
SOLDADO 1º: Entrad dentro.
SOLDADO 2º: Aquí está.
CLARÍN: No está.
TODOS: Señor...
CLARÍN: (¿Si vienen borrachos éstos?) Aparte
SOLDADO 2º: Tú nuestro príncipe eres.
Ni admitimos ni queremos
sino al señor natural,
y no príncipe extranjero.
A todos nos da los pies.
TODOS: ¡Viva el gran príncipe nuestro!
CLARÍN: (¡Vive Dios, que va de veras! Aparte
(Si es costumbre en este reino
prender uno cada día
y hacerle príncipe, y luego
volverle a la torre? Sí,
pues cada día lo veo;
fuerza es hacer mi papel).
TODOS: Danos tus plantas.
CLARÍN: No puedo,
porque las he menester
para mí, y fuera defecto