No hay burlas con el amor (Pedro Calderón de la Barca) Libros Clásicos

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estudió latinidad
e hizo en castellano versos;
tan afectada en vestirse
que en todos los usos nuevos
entra, y de ninguno sale.
Cada día por lo menos
se riza dos o tres veces,
y ninguna a su contento.
Los melindres de Belisa,
que fingió con tanto acierto
Lope de Vega, con ella
son melindres muy pequeños;
y con ser tan enfadosa
en estas cosas, no es esto
lo peor, sino es hablar
con tan estudiado afecto
que critica impertinente
varios poetas leyendo;
no habla palabra jamás
sin frase y sin rodeos;
tanto que ninguno puede
entenderla sin comento.
La lisonja y el aplauso
que la dan algunos necios,
tan soberbia, tan ufana
la tienen que, en un desprecio
de la deidad del amor,
comunera es de su imperio.
Este tema a todas horas,
este enfado a todos tiempos
aborrecible la hacen
tanto, que no hay dos opuestos
tan contrarios como son
las dos hermanas, haciendo
por instantes el estrado
la campaña de su duelo.
Ha dado, pues (yo no sé
si es necia envidia o si celo),
en asistir a Leonor,
de suerte que no hay momento
que no ande al alcance suyo,
sus acciones inquiriendo
tanto que al sol de sus ojos
es la sombra de su cuerpo.
Anoche, pues, en su calle
entré embozado y secreto,
y, haciendo al balcón la seña
donde hablar con Leonor suelo,
la ventana abrió Leonor,
y yo a la ocasión atento
llegué a hablarla; pero apenas
la voz explicó el concepto
que estudiado y no sabido
no me cabía en el pecho,
cuando tras ella Beatriz
salió, y con notable estruendo
la quitó de la ventana,
dos mil locuras diciendo,
que si yo entendí el estilo
con que las dijo, sospecho
que fueron que ella a su padre
diría el atrevimiento.
No sé si me conoció,

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